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Valiente y espectacular

Sobre las condiciones futbolísticas y humanas del avilesino

Cualquiera que haya visto saltar de cabeza al defensa Campanal II en un córner, o saque de esquina, no lo olvidará nunca. Sacaba medio cuerpo por encima de los demás jugadores. Noble, valiente, espectacular. Formaba parte de un equipo, el Sevilla de los años cincuenta y sesenta, que hacía un fútbol preciosista, pinturero, con estrellas como Ramoní, un gran medio de ataque; Arza, un interior del talante de Curro Romero; y Pepillo, gambeteador máximo, al que Ricardo Vázquez Prada calificó con un cero en su crónica, porque el habilísimo delantero no había pasado un solo balón a sus compañeros, algo parecido a lo que ocurría -salvando las distancias- con Masey en el Oviedo, que también creía que el balón era suyo particular. Cada vez que venía aquel Sevilla a Oviedo, o a Gijón, el gran espectáculo estaba asegurado. Cuando, más tarde, llegó el Betis, la exhibición nos la dio Del Sol, que hizo sufrir lo suyo a Toni, gran defensa siempre, menos aquel día que tuvo que vérselas con el que más tarde sería una estrella de la Juventus de Turín.

Campanal fue un arquetipo del asturiano noble, generoso, brillante, que hizo honor a su origen regional por los campos de fútbol de medio mundo.

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