Con calidad es más fácil todo en el fútbol. Y eso, calidad, y mucha, tiene Borja Sánchez, aunque por su manera de ser lo esté demostrando a cuentagotas en lo que va de temporada. Su gol de anoche en El Molinón, no obstante, lo deja meridianamente claro: el canterano es probablemente el jugador con más futuro del Oviedo y de los pocos que pueden cambiar el devenir de un partido.
Acertó Ziganda en su planteamiento, sobre todo en su decisión de meter en el terreno de juego, a la vez, a Borja Sánchez y a Ortuño cuando faltaba poco más de media hora para el final del partido. Ellos dos se bastaron con una gran acción conjunta para sacar adelante los trascendentales tres puntos logrados por los azules en el "derbi posconfinamiento".
No cuentan ni el Sporting ni el Oviedo con demasiada calidad en sus filas y así es muy difícil crear juego y dar sensación de auténtico peligro de forma más o menos continuada. Todo se reduce entonces a pinceladas, a alguna que otra intervención afortunada de algunos de sus jugadores importantes (pocos, muy pocos), pero de forma demasiado aislada. Al menos eso es lo que se apreció en los primeros 45 minutos del desangelado derbi de anoche en el vacío El Molinón. Primó la vulgaridad en los dos grandes del fútbol asturiano y así es muy complicado satisfacer las expectativas de las respectivas aficiones.
El de ayer fue un partido de rivalidad típico. Con dos equipos dando todo de su parte, como no podría ser de otra manera. Empeñados en el primer tiempo en mantener a cero sus respectivas porterías. Eso sí, más ambiciosos ambos en la reanudación, sobre todo los oviedistas, que apenas se vieron inquietados por los rojiblancos hasta la discutida jugada del gol anulado a Babin.
Puede que los gijoneses se metan en los puestos para luchar por el ascenso a la división de oro del fútbol español, pero visto lo de ayer en el derbi mucho tendrán que mejorar para conseguirlo. Los ovetenses, por su parte, salen reforzados, sobre todo anímicamente, del clásico asturiano. Y fuera de los puestos de descenso.
