Que el Sporting se haya salvado matemáticamente a falta de dos jornadas para acabar la competición y que aún tenga opciones, por remotas que sean, de jugar el play-off es la síntesis perfecta de esta temporada con el ascenso a precio de saldo a punto de acabar en la basura. Será difícil dar con otra parecida en años venideros. Ahora, toca andar unos días con la calculadora del ascenso, aunque sólo sea por pasar el rato. Después, habrá que elegir entrenador para una nueva travesía, con un ojo puesto en Vitoria por si hay un tropiezo inesperado y el otro, en la inmensidad de un mercado donde no abundan los nombres de reconocido prestigio.
Destacó ayer por encima de todos Nacho Méndez, como suele ocurrir cuando juega cerca de la delantera. Y cuajó un buen partido Unai Medina, no sólo por el gol, que le brindó un meritorio pase de Pedro Díaz. El vasco está metido en su mejor racha desde que llegó a Gijón, aunque sin ninguna actuación para la gloria. Enfrente, el Málaga bien pudo salir con un saco si no fuera porque la delantera rojiblanca es lo que es (y porque sigue habiendo fueras de juego que sólo existen en el programa informático que traza las líneas del VAR). Los andaluces son el paradigma de club grande, con masa social e historia dorada que ha caído en desgracia por culpa de alocados propietarios. Hay más ejemplos.
La campaña languidece en medio de este cuento de la buena pipa y ya hay algunos nombres que empiezan a sonar en el capítulo de salidas. Es el ejemplo de Diego Mariño, probablemente el mejor fichaje del Sporting en los últimos años, aunque lejos de su versión óptima. Cuentan en los mentideros que el club estaría dispuesto a dejarle volar, a pesar de que 30 años no son muchos para un portero. Y que el recambio estaría en casa con Christian Joel, al que los nuevos ojos de Mareo ven preparado para asumir la enorme responsabilidad de enfundarse los guantes titulares. Se nota que en la nueva gestión deportiva hay quien ha pasado tiempo bajo la portería.
