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Víctor Rivera

Ser y parecer un club de cantera

El espíritu de Mareo y la ausencia de algún destacado canterano en la libreta de David Gallego

El espíritu de Mareo vuelve al Sporting en cada campaña de abonados. Una especie de mantra que gusta oír a la masa social del club, hastiada de tanto paquete de importación llegado por AliExpress y deseosa de consumir producto de kilómetro cero. "Somos un club de cantera", se pregona a los cuatro vientos. "Este año más que nunca", aseguran por la crisis económica derivada del covid-19. Y la memoria colectiva proyecta la imagen de aquel Sporting de los guajes o, si ya se peinan canas, del equipo legendario que discutía los títulos a los grandes y se paseaba por Europa.

La receta del éxito fue sencilla en ambos casos: una base generosa de jugadores de la casa enriquecida con algunas incorporaciones de primer nivel (acorde con la situación del club en cada época). Parece fácil, pero no debe serlo cuando los mismos errores se repiten un año tras otro. El Sporting, por su propia idiosincrasia, tiene que ser un club de cantera. Pero también tiene que parecerlo.

No se trata, vaya por adelantado, de enmendar la plana a nadie. Menos cuando se da gran valor a algunas de las primeras decisiones que ha adoptado la nueva dirección deportiva, pero hay otras que cuesta entender. La principal carencia de los últimos proyectos del Sporting ha sido la ausencia de extremos, sin que haya habido los medios económicos o el acierto de solucionar este déficit deportivo en las sucesivas ventanas del mercado. Ya se admite por adelantado la dificultad de la empresa, a pesar de que el Sporting ha sido un club con cierto poderío económico en el fútbol de plata en los últimos ejercicios.

Pesa sobre la espalda de Javi Rico una responsabilidad compleja. Aligerar la plantilla del pesado lastre heredado y mejorarla en aquellos puntos débiles que son fáciles de detectar. Por eso sorprende aún más alguna ausencia destacada en la nómina de futbolistas citados para iniciar la pretemporada este miércoles. En la lista de 32, en la que siguen todos los descartes de los técnicos salvo quienes acabaron contrato, no ha encontrado hueco el que para muchos ha sido el mejor jugador del filial la temporada pasada.

César García es un extremo a la vieja usanza, con regate y capacidad de hacer gol que se ha ganado a pulso una oportunidad en el primer equipo tras romperla en el Marino y en el filial rojiblanco. Puede ser, o no, el extremo que el Sporting lleva años buscando. Como lo puede ser Pelayo Morilla o Berto (que alterna la banda con la delantera) y que sí son habituales en los entrenamientos del primer equipo. César se queda fuera de la posibilidad de enseñarse en una pretemporada que sirve justo para eso, y más aún en un año en el que no se sabe qué va a pasar con la Segunda B y, por ende, con el filial rojiblanco.

Los mensajes que llegan desde el club advierten de un mercado duro, con probabilidad de traspasos y la amenaza de salida de algún futbolista importante. También se alerta de que habrá poco margen para la pesca deportiva y la mejora de plantilla, que quedará supeditada al adelgazamiento de la masa salarial. No lo tiene fácil Javi Rico que verá cómo llegan ofertas por los jugadores importantes mientras algunos descartes se aferran a su contrato (están en todo su derecho).

Por eso, extraña más la ausencia de César García, un producto propio, económico y con potencial. No se pide que se regale la titularidad ni que se tiendan puentes de plata por el mero hecho de crecer en Mareo. Ni mucho menos. Jugar en el Sporting hay que ganárselo. Pero el primer escaparate al que deberían asomarse Javi Rico y David Gallego es el campo número 1 de Mareo y luego buscar fuera lo que no brote en la huerta de casa. Solo así pareceríamos un club de cantera.

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