Ahogado el debate de la camiseta por el fin de semana, el calor y la mascarilla, la atención se centra ahora en hacer números para saber cuánta masa salarial puede liberar el Sporting para construir su nuevo proyecto. El mercado está como está y poco se puede exigir a los nuevos ocupantes de la parcela deportiva encabezados por Javi Rico salvo que acierten en las pocas entradas y salidas que habrá. Hay que ser justos y reconocer que al nuevo DD le ha caído un buen marrón en su primer curso al frente de un equipo profesional: una herencia envenenada del anterior gestor de recursos humanos y unas arcas esqueléticas por culpa de la crisis. Aunque sigue siendo un misterio dónde está escrita esa ley que obliga año tras año a todos los equipos a fichar y desfichar jugadores a puñados hayan salido las cosas bien, mal o regular. Lo que nunca faltan son las justificaciones. Una de ellas es la de que hay que dar algo a la parroquia para animar el cotarro de cara a la renovación de los abonos. En la primera temporada poscovid esta disculpa no cuela. Con la que está cayendo hacerse socio del Sporting o del gimnasio de la esquina no deja de ser un acto de fe. Habrá que aceptar la de que Rico y David Gallego tienen derecho a decorar a su gusto el vestuario, en el que por lo visto el último curso no es que sobre una revolución. Toca esperar y cruzar los dedos. Otra vez.