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Pablo González

EN TERRITORIO COMANCHE

Pablo González

Messi el del burofax

La primera temporada de la nueva normalidad sigue en pañales. Nada se sabe de la futura plantilla del Sporting, salvo que no se vende talento de última generación. Tampoco del calendario de Primera y Segunda a falta de un par de semanas para que regrese el show. En principio, el calendario debería recibir hoy luz verde a expensas de lo que ocurra en la cumbre de paz a tres bandas (Liga, Federación y CSD) prevista para entregar paquetes de tila a Tebas y Rubiales. Aunque dado el historial de ambas personalidades, puede esperarse cualquier cosa. El espectáculo que la (posiblemente) mejor Liga del mundo está dando a nivel planetario debería llevar a los responsables de este circo a acudir de la mano a una buena terapia de pareja. Parte del trabajo del profesional del diván ya está hecho: no existe amor que recuperar. Nunca lo hubo. Así que lo único que preocupa es lograr el mejor acuerdo de divorcio posible. Unos, pongamos que Tebas y los clubes (casi todos), consideran que ya han pagado lo suficiente y que de ellos, y solo de ellos, es el negocio, no hace mucho tiempo ruinoso por una desastrosa gestión. Otros, digamos que Rubiales y alguno de los clubes con más poder, quieren poner coto al expansionismo de Tebas y, de paso, zamparse una buena parte del pastel. Y mientras tanto, el único abanderado de La Liga que quedaba tras la marcha de CR7 al fútbol italiano roza el ridículo desgastando su imagen en una batalla absurda para cargarse a un presidente cadáver. Messi y su burofax (Setién se sumó ayer a la moda) no son más que una metáfora de lo que es La Liga: un trampantojo de cartón piedra en el que cada perro se lame sus asuntos.

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