Decía el filósofo estadounidense William James que lo que una cosa es se prueba por los extremos. Si esto es cierto, ahora sabremos verdaderamente qué es el fútbol porque en unos meses hemos pasado de un extremo del fútbol a otro del mismo modo que hemos pasado de estadios llenos a estadios vacíos. ¿Merece la pena el fútbol a puerta cerrada? ¿Soportará el fútbol esta prueba extrema que tensará sus costuras económicas, sociológicas, estéticas y míticas? ¿El fútbol seguirá siendo fútbol en este extremo salvaje de la vida?
Como demostró el orador griego Carnéades, para cualquier cosa hay buenas razones que la hacen verosímil. Carnéades argumentó un día ante los romanos que debían devolver su libertad a los pueblos conquistados y, al día siguiente, argumentó con igual solidez que los romanos debían retener sus conquistas amparados en el derecho del más fuerte. ¿Qué hicieron los prácticos romanos? Embarcaron a Carnéades en una nave que lo devolvió a Grecia. Carnéades hablaría del fútbol como de los pueblos conquistados por Roma porque hay buenos argumentos para decir que el fútbol en este extremo que nos ha tocado vivir no es fútbol, y argumentos igual de buenos para sostener que el fútbol es fútbol hasta cuando se adentra en extremos nunca vistos ni tan siquiera presentidos. Nos esperan meses muy duros. ¿No sería mejor arrojar por la borda al fútbol, a Messi, a Bale, a Tebas y compañía y concentrarnos en la urgente tarea de sobrevivir? El filósofo Jenófanes de Colofón era muy crítico con los premios que recibían los atletas que volvían victoriosos de los Juegos Olímpicos porque decía que el servicio que hacían a la comunidad era efímero y sus victorias no mejoraban ni el gobierno ni la prosperidad de la polis. Jenófanes estaba convencido, además, de que él mismo, poeta y filósofo, merecía las mismas recompensas que los atletas porque sus obras arrojaban luz sobre muchas materias, y ese servicio no era efímero y sí mejoraba la polis. ¿Merece Messi todas las recompensas que recibe? ¿En qué mejora Messi en particular, y el fútbol en general, nuestras vidas? ¿En este extremo en el que vivimos, nos podemos permitir un campeonato de Liga?
Y, sin embargo, el fútbol es un juego tan emocionante que no necesita los argumentos de un Carnéades para defender su existencia incluso cuando tiene que luchar contra su esencia. El siempre sugerente Kierkegaard decía que no existe ningún pensamiento tan abrumador que no se pueda dejar atrás andando, y podríamos decir que no existe ningún pensamiento tan abrumador que no se pueda dejar atrás viendo correr a los futbolistas. ¿Qué servicio hace el fútbol a la comunidad? Bueno. ¿Qué servicio hacen los maravillosos goles que marcó Cristiano Ronaldo esta semana con la selección portuguesa? ¿En qué mejora un partido de fútbol el gobierno y la prosperidad de la polis? Vale. ¿En qué mejoró nuestras vidas la descomunal primera parte del partido España-Ucrania que se marcó Ansu Fati, un chaval que cuando marca un gol no sabe si sonreír o pedir perdón? Los poetas y filósofos como Jenófanes son importantes, pero también son importantes los atletas que participan en los Juegos Olímpicos y los futbolistas que permiten que, durante un rato, podamos dejar atrás todos esos pensamientos abrumadores que nada tienen que ver con los goles.
Vuelve la Liga. Vuelve el fútbol, y ojalá demuestre en estos tiempos extremos que es capaz de seguir alegrándonos la vida. Porque Jenófanes compuso una canción sobre cómo beber en un banquete, pero el fútbol da motivos para organizar un banquete y beber unas cañas con los amigos mientras vemos un partido en la tele. ¿Acaso eso no mejora la polis?
