El Tenerife está ahí, asoma tras la claridad que se intuye al final del túnel en el que ha habitado estos días más de la mitad de la población astur-futbolera. El mal trago del domingo debe ser historia, negra, pero historia y los pobladores de Mareo deben caminar hacia el futuro. Ninguna resaca es eterna, pero si a alguno le sigue doliendo la cabeza más vale que cambie de oficio. Llega la segunda prueba del algodón tras pifiarla en el derbi: toca volver a ganar y demostrar que una de las lagunas que tiene este proyecto no es la debilidad de carácter. La importancia del partido ante los canarios, al margen de los puntos, es estudiar cómo se desenvuelven Gallego y sus chicos a contracorriente y comprobar si el técnico ha logrado levantar la moral de la tropa. El preparador también deberá darle vueltas a la cabeza para recomponer la defensa ante la baja de Babin. El de Martinica es uno de los pilares del equipo desde aquella excursión por Israel de la que el zaguero regresó convencido de que fuera hace mucho frío. Será interesante ver por quién se decanta el técnico, si por la experiencia de Valiente, cuya etapa en el Sporting está marcada por las lesiones, o por la incógnita de los chavales. A nadie debe sorprender que este casting parezca huérfano: el covid manda. Y no es la mejor semana para buscar excusas. Solo hay que pensar en sumar otros tres puntos para que se imponga la amnesia colectiva y regrese la primavera.
