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Víctor Rivera

EN EL TIEMPO AÑADIDO

Víctor Rivera

La foto de unas alas rotas

La conexión soñada por el sportinguismo de Pedro Díaz, Nacho Méndez y Manu García y sus opciones para el futuro

La mejor noticia que deja el partido ante el Tenerife es una foto. En concreto, la foto de un abrazo (tristemente contraindicados ahora y tan necesarios siempre). La escena la protagonizan los tres jóvenes centrocampistas rojiblancos Pedro Díaz, Nacho Méndez y Manu García fundidos en un gran achuchón momentos después de conectar entre ellos en la jugada del gol del Sporting. Quizá la única potable de los rojiblancos en ataque. Demasiado poco para el tiempo que hemos esperado ese abrazo. La foto cumple el sueño anhelado por el sportinguismo durante los últimos años. Pero esa foto tiene un precio, que quizá sea tan alto que la haga prohibitiva.

No es fácil acomodar a estos tres futbolistas en un equipo como el Sporting actual. Son seguramente los mejores peloteros del club, pero parece claro que su presencia demanda un complemento vitamínico en el centro del campo. Un primo de Zumosol que les guarde la espalda, como lo hizo Javi Fuego. Como podría hacerlo José Gragera. David Gallego cedió a la tentación de alinearlos juntos (y todos se lo agradecemos), pero el problema fue encajarlos. De las posibilidades que había, el técnico escogió ubicar a Nacho Méndez como enganche y exilió a Manu García a la banda izquierda, donde su influencia en el juego disminuye exponencialmente.

En este proceso, que se completa con la salida del equipo de Aitor y la entrada de Cumic (Chumi, en versión asturiana según los narradores de la tele) le quita vuelo al equipo. El recorte de las alas se completa con la renovada injusticia de alinear a Saúl en detrimento del guaje Pablo García. Vale que el cántabro aporta experiencia y seguridad defensiva, pero el Sporting pierde el sentimiento, el descaro y la alegría de juventud que caracterizan al canterano quien se había ganado con su rendimiento seguir en el once.

La suma de estas decisiones da como resultado un equipo plano, que mantiene la seguridad defensiva, pero que ya no asusta a la contra. La producción ofensiva se redujo a una falta lanzada por Pedro Díaz desde el perfil ideal para un zurdo y a la jugada del gol. Y del abrazo. La posesión volvió a ser mínima, pero hasta esos minutos finales Mariño permaneció inédito. Buen partido de Pelayo, titular por necesidad, y excelso el de Borja López. Dos errores finales, por falta de contundencia e intensidad defensiva y relacionados directamente con la ausencia de Babin, pudieron costarle al Sporting un partido que tenía ganado sin haberlo merecido.

Hay que felicitar al entrenador rojiblanco por sus declaraciones tras el choque en las que reconoce la superioridad del rival. Es un buen truco para dar valor al punto sumado, cuando se contaban ya lo tres. Lo que falta es saber si fue él quien planteó el partido en estos términos, renunciando a las salidas por banda y restando efectivos al ataque, o si fue el equipo el que se vio superado por el rival y no le quedó otra que recular ante el buen juego chicharrero. En todo caso, el primer gol recibido con el balón en juego en cinco jornadas le cuesta el liderato al Sporting. Los números siguen siendo buenos (notables incluso), mejores que el juego, pero ya se sabe que la felicidad de los modestos nunca es completa. La foto soñada por el sportinguismo resulta ser la imagen de unas alas rotas.

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