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Crítica / Música

ABBA forever

El filón de ABBA es inagotable. Da igual que sean grupos tributo, musicales, homenajes, orquestas, películas o sinfonías, cualquier espectáculo que lleve música creada por la banda sueca es garantía de éxito ¿Quién no conoce algún tema de ABBA? Melodías pegadizas, letras sencillas, estribillos explosivos y voces femeninas armonizadas de manera peculiar para los años 70 han hecho que hasta las generaciones más pequeñas de hoy sepan tararear alguna canción.

Por donde pasan arrasan, así que "Symphonic of ABBA" repite en el Jovellanos un año más con el mismo éxito. No es de extrañar porque es un espectáculo muy bien pensado de principio a fin: luces, sonido, cantantes solistas, coro, orquesta mini-sinfónica, orden del repertorio...Todo está tan estudiado como las recetas del McDonalds, sin dejar nada al azar ni a la improvisación.

Dos pases. El primero arranca con una introducción sinfónica del tema "DancingQueen" y continúa con pequeños fragmentos en los que vamos escuchando poco a poco cada grupo instrumental presente en el escenario. Se trata de que suene a ABBA así que no podía faltar el cuarteto clásico de pop formado por batería, bajo, guitarra y sobre todo teclados que, en realidad tienen mucho más peso que la pequeña orquesta sinfónica. Por supuesto, todo al servicio de unos magníficos cantantes como son Thomas Vikström, Jakob Stadell, Alicia Nilsson y Michele McCain, la más conocida por el público español tras su paso por la "Orquesta Mondragón" y el programa cazatalentos "PopStar". En el primer pase los hits muy conocidos estaban más dosificados, "Thankyouforthemusic", "Fernando", "SuperTrouper" o "HoneyHoney", intercalados por otros temas que fueron éxito en otros países, pero en España no tanto.

Después del descanso la temperatura de la sala ascendió algún grado. Desde "Chiquitita", cantado magistralmente por Thomas Vikström, hasta el "Voulez-vous", en la potente voz del guapo Jakob Stadell, llegaron los grandes éxitos, que no son pocos. La eurovisiva "Waterloo" volvió a interpretarse para cerrar la actuación en la que el público se sintió un tanto incómodo por estar pegado a las butacas. Aun así, en los cuatro últimos temas la mayoría de los presentes se levantaron para dar palmas y poder bailar, aunque sólo fuera moviendo la cabeza y los brazos.

Pocas veces hay ocasión para ver a la sección de violines y violas divertirse, corrijo, exteriorizar su diversión, seguir el ritmo de la música con el pie, cabeza u hombros y gestos de complicidad entre los músicos. Todo el mundo quedó con ganas de más.

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