La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Falta de valores

El caos de la vida cotidiana por la mala educación, el libertinaje y la falta de cultura

Pensaba hablar del cambio de valores que se ha producido en nuestro mundo en los últimos años, pero es que realmente lo que tenemos ahora no es un cambio de valores: es una falta de valores total y absoluta.

Hace unos años creíamos que teníamos unos valores sólidos por los que nos regíamos, por lo menos en nuestra parte del mundo. Si analizamos no es que creyéramos en unos valores precisos, más bien se nos imponían. La Iglesia tendría mucho que explicar de aquellas imposiciones, muchas bastante lógicas y necesarias pero otras totalmente absurdas. Ya se sabe que aunque haya personas estupendas en toda organización siempre hay ovejas negras que se meten a incordiar, son menos pero hacen mucho mal. En la Iglesia desgraciadamente ha habido bastantes responsables de regir la vida de todos, de hacer seguir unas normas nefastas. Todo era pecado, todo tenían que vigilarlo, los libros, las revistas, las conferencias. La cantidad de niños que tuvieron que ir a la inclusa, destruyendo sus vidas y las de sus madres. Las cantidades de secretos ocultos por miedo a aquella sociedad reprimida y cuando el estado se unía a la Iglesia, para qué queremos más.

Las cosas fueron cambiando poco a poco y cuando nos las prometíamos tan felices, vuelta a la tortilla y pasamos de Guatemala a Guatepeor. Los pocos valores que teníamos van desapareciendo y se convierten en este caos que es nuestra vida cotidiana. En una época no se podía decir nada de nuestras ideas, de nuestros pensamientos, casi todo estaba prohibido y pensamos: qué bien, ya podemos expresarnos y vivir en libertad. Mentira, ahora se confunde la libertad con el libertinaje, la mala educación, la falta de cultura. La vulgaridad y la ordinariez reinan. La mayor parte de la población medianamente educada asistimos estupefactos a estas muestras de mal gusto.

Antes el mundo de la diplomacia, del gobierno, de los ayuntamientos daban ejemplo de buenas maneras porque sabían que no se representaban a sí mismos sino a nosotros, a España y tenían que dejar el pabellón bien alto. Siempre tuvieron el hándicap de la falta de conocimiento de idiomas pero lo suplían como podían.

Ahora surgen nuevos partidos que gobiernan a base de trampas, mentiras y alianzas imposibles y encima nos representan a base de palabras malsonante, de no sólo no seguir el protocolo si no de no recibir a embajadores de otros países, incluso algunos que venían a ofrecer barcos engalanados de sus países para que la población pudiera visitarlos y hacer algo en conjunto con la armada española. Eso ocurrió en Andalucía, en Galicia en donde les reciben tarde, mal y nunca , vestidos con sus mejores galas, o sea pantalones cortos y camisetas ad hoc.

Qué tiene eso que ver con la democracia, la libertad, la justicia. Es que confunden el tocino con la velocidad. Y volvemos otra vez a no poder hablar, porque si recriminas esa actitud, entonces ya está claro que eres fascista o algo peor, con lo cual vuelve a reinar el silencio porque muchos no se atreven a hablar.

Yo no callo, ni callaré. Me importa un pepino lo que me llamen. Yo sé quién soy y lo que soy. He tenido la suerte de recibir una educación magnífica, primero en casa, luego en el colegio y finalmente en la Universidad y no pienso desperdiciarla porque me pongan un mote. Yo estoy orgullosa de mi entorno y me hubiera gustado que más gente hubiera tenido la misma suerte.

A mí no me enseñaron a salir en televisión insultando a todo el mundo, contando mi vida, las más de las veces inventada, peleándome con los colegas, contando mis amores para que la gente se ría. Ya sé que se gana dinero a espuertas pero me es igual.

A mí me enseñaron el amor a la cultura, a la música, a compartir mis conocimientos con los demás, a enseñar y ayudar a los jóvenes a enfrentarse a esa turbulenta etapa de transición a la vida adulta. A ser personas, respetando a los demás y a sí mismos. A quererse y querer a los demás. A encerrar el odio con muchas llaves. A compartir mi vida con mi familia y con los demás, a hacerles reír, soñar, darse a los demás. Si alguien quiere poner un nombre a todo esto que lo haga.

Compartir el artículo

stats