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El municipalismo hoy

La necesaria coordinación de los ayuntamientos como en una nueva red de flujos e interdependencias

Hace unas semanas, escuchaba a Paz Fernández Felgueroso decir que, de toda su actividad política, extensa y variada, como todos sabemos, lo más satisfactorio de la misma había sido su participación en el Ayuntamiento de Gijón. No solo por ser alcaldesa de su ciudad, sino porque el municipalismo hacía más palpable la capacidad política de los gestores en la transformación de la sociedad. La "micropolítica" local era un campo apasionante y atractivo.

El municipalismo está en el centro del debate político como la forma de gestionar transversalmente los problemas de la gente desde la proximidad. Una sociedad plural y heterogénea con nuevos actores y nuevos campos necesita y demanda un espacio local revalorizado y fortalecido a pesar de la influencia de otros agentes como la globalización, los Estados nación, las directrices europeas, la influencia y las nuevas competencias de las comunidades autónomas.

Las administraciones locales de nuestro país con toda su diversidad poblacional, económica, social? son las protagonistas del siglo XXI tras haber ido adquiriendo paulatinamente nuevas competencias y responsabilidades, no siempre con la asignación presupuestaria y/o económica debida. Han pasado de ser meros embellecedores de nuestros pueblos y ciudades que asfaltaban y limpiaban nuestro entorno más cercano a ser los protagonistas de la promoción económica, de la juventud y el deporte, de la regeneración de los espacios públicos y la rehabilitación de la vivienda. Es más, en los últimos tiempos se han implicado en tejer una red de servicios sociales inmensa, junto a nuevas políticas antes impensables como son el medio ambiente, la promoción de la vivienda, la educación infantil, los planes de igualdad de género, los programas de desarrollo en cooperación y los proyectos de innovación y tecnología.

Además, la situación de los vecinos ante el paro, la vivienda, las pensiones, los recortes en derechos sociales y laborales, el copago farmacéutico, la pobreza energética, y un sinfín de problemas más derivados de la crisis económico-social que estamos atravesando, y que se está cebando con las clases trabajadoras y los más desfavorecidos de forma sibilina pero feroz, nos ha ido despojando de la protección que nos ofrecía el Estado de bienestar y exige que la Administración más cercana al ciudadano facilite la cobertura necesaria para mitigar los efectos dañinos de dicha crisis.

Y para finalizar, y centrándonos nuevamente en nuestra famosa área metropolitana, llegamos al fenómeno de la conurbanización y transformación en grandes urbes, donde un territorio se entreteje con otro territorio y observamos como no solo es una interrelación física sino ciudadana, necesaria para avanzar. El espacio se transforma en una red de flujos y por tanto en grandes urbes, y el área central asturiana es un ejemplo de ello. Esos flujos en el ocho asturiano son un signo de un nuevo espacio local inmenso, donde no existe un centro jerárquico, con interdependencia y con muchos actores; el encuentro de sinergias de los entes locales de este futuro macroespacio administrativo, con dependencias mutuas y problemas comunes, deberá coordinarse para seguir siendo cercano a los protagonistas de la ciudad, nuestros vecinos.

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