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África

De Gijón a Costa de Marfil, diseño asturiano por la promoción de la mujer con el proyecto "Harambee"

Le debemos tanto a África; cómo resumir. Salimos de ella convertidos en humanos hace 60.000 años y luego regresamos, presuntamente civilizados, a saquearla. Lo seguimos haciendo, a nuestra manera. Con avaricia y con desdén; mientras, por ejemplo, escuchamos tantas músicas que consideramos propias pero beben del tronco único e inmenso de los ritmos negros. Ya ven, le arrebatamos sus riquezas naturales y ella nos obsequia con su cultura perturbadoramente contagiosa.

El "debe" no para de crecer, poca deuda hemos saldado. Si acaso, con las "migajas de la compasión" que tan bien describió el premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu. Y así, por África cabalgan a sus anchas jinetes apocalípticos: hambre, guerras, enfermedades, religiones que incitan a la confrontación. Le falta mucho para ser el África "en paz consigo misma", que añoraba Nelson Mandela. Sigue convenientemente abandonada a su suerte.

El reduccionismo ignorante o deliberado de quienes olvidan la diversidad de un continente y lo tratan como un país único, se cura viajando o, al menos, admirando viajes interiores y exteriores de otros. África brutal en el "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad, o poliédrica en "Océano África", el tetris viajero de Xavier Aldekoa. África fue magia para Ernest Hemingway, un estado mental para Francesca Marciano.

El virus que inocula África y la evidencia de una injusticia institucionalizada genera un movimiento invisible de personas y entidades que acuden a paliar los efectos del naufragio. Hace tiempo les hablé de la Casa do Gaiato, para la acogida y formación de niños en Mozambique. Hoy quisiera acercarles el proyecto de la asociación "Harambee", que se ha ido gestando los últimos meses en Asturias y desembocó el pasado viernes en un colorido evento en el Pueblo de Asturias. La última etapa es Costa de Marfil.

En este caso, tres cosas me han gustado de la iniciativa. Una, focaliza la ayuda en dar herramientas para promoción económica de la población de la zona. Dos, lo hace atendiendo a sus inquietudes y necesidades, no desde una mirada ajena al contexto. Tres, la suma de todo ello es un proyecto liderado por mujeres. Consiste en ofrecer formación y medios a treinta de ellas para que puedan poner en marcha sus propios talleres de confección.

Con el fin de recaudar los fondos necesarios y en sintonía con el objetivo marcado, se buscó la colaboración de la Asociación Asturiana de Diseño y Moda, Adymo y se ofreció a diseñadoras asturianas telas procedentes de África para que confeccionasen diseños exclusivos. El pasado viernes, en el Pueblo de Asturias, fueron mostrados en un desfile y posteriormente sorteados entre los asistentes.

Lo que se resume aquí en unas líneas ha supuesto un esfuerzo notable de organización, claro, pero hubo más. Quienes asistimos al evento de cierre del proyecto vimos en cada pieza confeccionada el pequeño milagro del trabajo creativo en los talleres de moda -asturianos, conviene resaltar-, ese don y esa técnica que consiguió, en este caso, esculpir en telas que son auténticas bombas de color. Con permiso de las leyes de la física, África se conectó con Asturias y cada cual se sintió africano y africana a su personal manera.

Y yo, que ando últimamente subyugada por la prosa negra de Chimamanda Adichie, Yaa Gyasi o Colson Whitehead y su pulsión por el retorno a la casa africana, sentí que aún era posible, por un rato, experimentar un simbólico regreso al origen.

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