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Se hizo la luz en la nueva iglesia de Santa Olaya, en El Natahoyo

Luz y modernidad son dos características fundamentales para definir la nueva iglesia de Santa Olaya en el Natahoyo, diseñada por el arquitecto José María Cabezudo, padre (que gloria haya), y terminada por el también arquitecto Chema Cabezudo Onzaín, su hijo. (La construcción corrió a cargo de Torre y Cueto). Situada en el Camino del Lucero, al lado del edificio de la Empresa Municipal de Aguas de Gijón, ocupa una parcela de 25x25 metros, que hacen 625 metros cuadrados. La parcela y su situación en el tejido urbano forzó a Chema Cabezudo padre a orientar la iglesia con la fachada al norte, hacia los jardines que la rodean, y el ábside al sur, cosa que sucede con otras iglesias modernas de esta ciudad. Bien es sabido que la norma de las antiguas iglesias cristianas es la orientación a oriente, por donde sale el sol, para el ábside, y occidente para la fachada principal. El edificio ha costado unos 750.000 euros y se ha realizado en diez meses, tiempo récord. La iglesia fue consagrada por el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, el día 1 de mayo, siendo su primer párroco Fernando Díaz Malanda, que hace bromas públicas sobre su segundo apellido, haciendo pensar a la gente el refrán que dice "quien mal anda mal acaba". Por cierto, las cruces de consagración son solamente seis, en lugar de las doce habituales, que recuerdan a los doce apóstoles y ello por no tener más que tres pilares de hormigón por banda. (Estas cruces de acero inoxidable, cortadas a rayo láser, son diseño de Cabezudo hijo.)

Luz y modernidad. Por fuera, de ladrillo blanco y por dentro también toda blanca. Si los feligreses estaban acostumbrados desde hace 23 años a la oscuridad de la antigua capilla, en la calle Ceriñola, aquí tienen lo contrario. Alguien dirá que la fachada blanca invita a las pintadas. Hasta ahora ha sido respetada y los feligreses esperan que lo siga siendo. Pero cualquier otro color de superficie vale para el contraste de colores. Y el ladrillo blanco lleva un tratamiento antigrafiti que permite borrar con cierta facilidad cualquier pintada.

Luz y modernidad. Una cruz alargada de luz domina la pared interior tras el altar, iluminada por lucernarios en la cubierta. Grandes ventanas verticales dan luz por la fachada de poniente. Y un espléndido rasgado en el tejado, que va a tégola, permite pasar la luz al interior, iluminando desde arriba el pasillo central de la iglesia. Una luz que varía con las estaciones del año, pues en invierno el sol va más bajo y en verano alcanza su máxima altura. La luz natural va reforzada por los focos eléctricos interiores, tan disimulados que no hay una sola lámpara colgante.

La modernidad viene dada por otros detalles que comentamos a continuación, sin olvidar lo anteriormente dicho. Aunque la parcela es cuadrada, la iglesia ofrece por el interior el típico aspecto alargado y procesional. Y ello porque tiene toda una zona oriental ocupada por locales dedicados a capilla de diario, despacho parroquial, sacristía, caldera de calefacción, almacén y baños, más diversas salas de reuniones, tanto en la planta baja como en la planta superior. De modo que esta fachada oriental ofrece al exterior el aspecto de un convento, con una serie de ventanas que recuerdan las habitaciones o celdas de los frailes. La capilla de diario está dedicada al párroco Santiago de la Fuente Carro, S.J., que lo fue de 1998 a 2008. Sus imágenes provienen de la capilla de la calle Ceriñola.

Recorremos ahora la iglesia misma. Se aprovecha cada centímetro cuadrado del espacio. Tiene a la entrada un pórtico hacia el interior, para no rebasar el terreno asignado. Este pórtico deja por dentro dos huecos laterales, uno a occidente, con el baptisterio, que se adorna con una imagen de María con el Niño y una pila bautismal tallada por Lin, de Asturiana de Piedras (Feleches); y otro a oriente, que conforma un espacio dedicado a la confesión. Aquí hay una imagen de San José con el Niño. El mueble dedicado a la confesión fue diseñado por Cabezudo Onzaín, siguiendo la idea de otro similar que está en la iglesia de San Pedro, último diseño que hizo Chema Cabezudo, padre antes de su enfermedad y muerte. Las imágenes de la Virgen y San José provienen del Colegio de Educación Especial de Meres y han sido restauradas en los talleres Granda.

Los bancos, en madera de roble entablillado, fueron diseñados también por José María Cabezudo Onzaín. Son 20, a 10 por banda, cada uno de 5 m. de largo, pero divididos en dos tramos de 2,50 m. para mejor manejo. Caben 160 personas sentadas holgadamente. Estos bancos y toda la obra de madera (muebles, mesas, tarima del presbiterio, cerchas recubiertas de madera, etc. fueron realizadas por Carpintería Zarabozo, en Sariego. Y llegamos al presbiterio, con sus elementos tradicionales: la escalinata en granito gris de Galicia, el altar de granito, cubierto por una plancha de mármol de Macael, el ambón para la palabra, la sede y el lugar para el armónium y el sagrario, todo parece surgir del suelo, cuya tarima de madera permite ocultar los cables de micrófonos.

El crucifijo procesional, el sagrario, de plata con una Anunciación repujada en la puerta, la base para la vela o luz del mismo y una Santa Olaya, han sido realizados por la empresa Granda, fundada a principios del siglo XX por el cura y artista asturiano Félix Granda Buylla, con sede, archivo y talleres en Alcalá de Henares. Santa Olaya o Santa Eulalia está representada con su iconografía tradicional, la utilizada desde antiguo en Mérida: la palma del martirio en una mano, y el horno. que simboliza las llamas de las antorchas con que fue quemada viva en la otra, horno sobre un libro que tal vez representa los Evangelios, causa de su martirio. Al otro lado y más elevada, otra imagen de la Virgen del Carmen, donada por las Carmelitas.

En la catedral de Oviedo, según se entra a la izquierda, está la capilla barroca de Santa Eulalia o Santa Olaya, obra de los arquitectos Menéndez Camina, pare e hijo, en 1690. Un baldaquino alberga las reliquias de Santa Olaya, que vinieron de Mérida para salvarlas de la morisma, obra de domingo Suárez de la Puente. El obispo Simón García Pedrejón la mandó construir y allí también de encuentra su sepultura.

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