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De balnearios, caídas y felicidad

Crónica de unas vacaciones felices pese a la lluvia y de una vuelta a casa accidentada

He estado diez días en un balneario, era mi primera experiencia en un lugar así. Siempre me había apetecido ir a alguno, ya de los tiempos en que empecé a leer a Agatha Christie, en donde los balnearios eran un lugar de lujo donde los ricos iban a descansar, a que los cuidasen y a divertirse con bailes todas las tardes en sus maravillosos salones, con la música de buenas orquestas, con charlas y chismorreos con sus compañeros. Con buena comida después de los baños. Volvían renovados.

Por supuesto, ahora, un balneario no es exactamente eso, pero yo necesitaba descansar y lo de los ejercicios en el agua me atraía muchísimo. El balneario Palacio de las Salinas es exactamente un palacio. Un edificio maravilloso que parece un cuento de hadas, rodeado de magníficos jardines, con una piscina estupenda al aire libre rodeada de un gran parque, tumbonas y cuidado césped. Aquí empezó el disgusto, no hizo más que llover, tronar y relampaguear, con lo cual no pudimos asomar la nariz. Decidimos no deprimirnos y aprovechar lo que hubiere.

El circuito de chorros en la piscina con unas aguas sulfurosas, que dicen que son buenísimas, luego ejercicios en el agua, aquagym, caminar por piedras duras, chorros para las piernas, después grandes siestas. Fuimos dos días a Medina del Campo, pero nos llovió tanto que no volvimos. Entonces nos dedicamos a leer, charlar, escuchar a Frankie cantar estupendamente viejas canciones de Frank Sinatra, Adamo, etcétera. La comida era sana y frugal, lo cual nos venía muy bien; diez días sin chocolate fue un poco duro, pero yo pensaba que seguro que iba a adelgazar un cuarto de kilo. El camarero que nos atendía, una joya, se enteró de mi afición a las patatas fritas y todos los días me traía un platito extra, quería que repitiéramos de postre; aquí no caímos en la tentación.

Lo mejor del balneario, sin duda, el personal, encantador, se desvivía por atenderte. Es un negocio familiar, dos socios que están intentando levantarlo, y todos los empleados están implicados y forman casi una familia. Los dos socios, amabilísimos, y uno de ellos asturiano; sus padres pasan largas temporadas en el balneario, uno de sus hijos vive en Gijón y otro en Oviedo, así que tuvimos largas conversaciones y hasta encontramos algunos parientes comunes.

Pero como nada dura eternamente, el tiempo se acabó, y emprendimos la vuelta en autobús, renovadas y felices, yo dispuesta a comerme el mundo; pero como el destino es muy caprichoso, no me dejó llegar tranquila. Ya cerca de Gijón me fui al baño y me caí por las escaleras; fue un golpetazo fino, no me maté de milagro, hice juegos malabares para no darme contra la puerta, retorcí la pierna y me quedé allí sentada totalmente dolorida; cuando llegué estaba muy coja, pero ya se notaba que no me había roto nada, aunque no había ni una zona de mi cuerpo que no me doliera.

El domingo, a urgencias. No había roto nada, afortunadamente, pero a reposo, con antiinflamatorios. A mí, que me espanta el reposo; volví a casa rabiada, pero como nunca hay dos sin tres, llego a casa y un dolor en un oído insoportable. A mí nunca me dolieron los oídos, pasé el domingo en un "ay" y el lunes conseguí que me viera a última hora de la tarde mi otorrino gracias a la enfermera, que es muy atenta. Resulta que tenía un tapón de cera enorme, me lo quitó; debajo había una infección con pus y debajo una vesícula grande, me lo quitó todo y aspiró. Vi las estrellas en colores.

Y aquí estoy, a reposo, siguen doliéndome el oído y la pierna, supongo que será cosa de tiempo. Encima llueve, no es que me importe mucho, pero es como más triste. Enciendo la televisión y los monotemas políticos que aburren a las piedras. Hoy los miembros del PP que se apuntan para ser elegidos presidentes: a mí el que me gustaba era Núñez Feijóo y va y se retira. Se están presentando unos cuantos, es buena una renovación del partido que tenían que haber hecho hace mucho tiempo, espero que salga algo bueno de esto.

Me imagino al Sánchez y al Iglesias haciendo investigaciones sin parar de los nuevos candidatos a ver si encuentran cualquier cosa en su pasado: que una vez no pagaron una multa, que aprobaron a un alumno que no lo merecía... -de esto yo soy totalmente culpable, cuántas veces lo hice para ayudar a un alumno para que pudiera estudiar una carrera-. Lo que deberían hacer es ofrecer colaboración para que el elegido sea bueno para España, en vez de echar porquería a todo; que dejen que gane el mejor, o el favorito de los españoles.

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