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Tiempo de esperanza y de incertidumbre

El triunfo de la moción de censura vaticina una nueva época en las relaciones del Estado con Cataluña

Desalojado el Partido Popular del Gobierno central por la moción de censura del PSOE, presentada con éxito en el Congreso de los Diputados, surge un nuevo tiempo en la actual legislatura, claramente distante del Gobierno anterior. La moción de censura es un procedimiento parlamentario legítimo, solo previsto para el caso de una deficiente gestión del Gobierno, que prospera si quien la presenta es capaz de aglutinar el mayor consenso posible, independientemente de su fuerza en escaños.

Personalmente, comparto la opinión generalizada de que Pedro Sánchez ha alcanzado la Presidencia del Gobierno por la sentencia del "caso Gürtel", a pesar de que el PP haya negado la mayor sobre hechos probados. Sin la sentencia del "Gürtel", Mariano Rajoy habría seguido instalado en la Moncloa con triunfalistas discursos económicos adornados con su peculiar oratoria, ignorando la grave brecha de desigualdad existente entre españoles y la fractura territorial secundaria al independentismo catalán, agravada por su torpe empecinamiento en afrontar un asunto inicialmente político solamente por la vía judicial.

Una vez nombrado Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez ha sorprendido al presentar un Gobierno de perfil técnico constituido por más ministras que ministros, mayormente merecedores de crédito político; salvo en el nombramiento de los titularesde Cultura y Agricultura, ya que sus "curriculum vitae" ofrecían cuestionables lagunas; causando la dimisión del primero y colocando en la cuerda floja al segundo.

De entrada, el Gobierno de Sánchez ha dejado muy claras sus prioridades en el ámbito económico -modificar la Reforma Laboral del Gobierno Rajoy-, social -derogar la ley Mordaza y ofrecer una sanidad pública universal-, y territorial -solucionar el problema independentista catalán con diálogo y negociación, siempre dentro de la Constitución-.

Estos objetivos han repercutido de forma dispar en la ciudadanía, considerándose como tiempos de esperanza o, inversamente, de incertidumbre. Me explico: Para el conflicto territorial catalán pueden ser tiempos de esperanza, ya que el Gobierno central actual ha pretendido disminuir la tensión existente entre ambas administraciones mediante un primer gesto de levantar el control de gasto en las cuentas de la Generalitat; coincidiendo con la derogación del artículo 155 de la Constitución tras el nombramiento del Gobierno de la Generalitat, aun cuando ello resulte una medida controvertida por dos razones fundamentales: En primer lugar, la oposición del PP y Ciudadanos la considera como una concesión a los gobernantes secesionistas de Catalunya para que sigan financiando su "Procés". Esta afirmación se deslegitimaría si Torra y sus acólitos renuncian a su ficticio proyecto de república y vuelven al diálogo institucional, sin otro propósito que corresponder con lealtad al gesto de confianza del Gobierno central.

No obstante, soy escéptico al respecto puesto que, hasta la fecha, el bloque secesionista catalán ha carecido de la prudencia o habilidad política de su homólogo vasco; quien, actualmente, parece lanzar una ofensiva sobre su derecho a la autodeterminación. ¿Oportunismo político o casualidad? Obviamente, lo primero.

En segundo lugar, las recientes manifestaciones de la nueva ministra de Administración Territorial, Meritxell Batet, sobre la urgencia, conveniencia y viabilidad de reformar la Constitución para encauzar España hacia un Estado federal conforman otra buena noticia para normalizar el conflicto territorial de Catalunya y, presumiblemente, del País Vasco.

Sin embargo, coincido con el análisis de Luis Muñiz (LNE, 10-6-2018) en que, aun cuando muchos españoles la consideren conveniente, esta reforma constitucional parece hoy día inviable por una aritmética parlamentaria que gravita sobre los 137 escaños del Partido Popular. No obstante, ese panorama político podría cambiar en las próximas elecciones generales si el PSOE acierta en su gestión durante el resto de legislatura y recupera su mayoría absoluta de épocas pasadas.

A tal efecto, en lo político, el PSOE deberá convencer al votante del PP, inmovilista y conservador, de que la Constitución de 1978 ha quedado obsoleta por su visión centralista del Estado y que, mediante la estructura federal, España permanecería unida por firme voluntad de los pueblos que la integran.

El diseño autonómico valió en 1978 para superar la dura transición de la dictadura a la democracia; pero, en pleno siglo XXI, no deberíamos temer la creación de una nación constituida desde la diversidad histórica, cultural, lingüística y económica; dado que, en lugar de hacernos débiles, la riqueza de nuestra diversidad nos haría más fuertes; al igual que sucede en EE UU. Así, un ciudadano del estado de Tejas tiene poco en común con otro de New York, pero ambos están unidos por la bandera de las "barras y estrellas" y su patriotismo es incuestionable. Acto seguido, pregunto: ¿por qué no podemos alcanzar semejante clima de solidaridad, concordia y unidad entre todos los españoles, procedan de donde procedan? No podemos soportar este lastre histórico por más tiempo.

Simultáneamente, en lo económico y social surgen tiempos de incertidumbre dado que, aun cuando este Gobierno socialista suscita muchas expectativas, cometería una enorme irresponsabilidad si concede prestaciones indiscriminadas, tal como se hizo en la época de Zapatero. Ello implicaría un "efecto llamada" más allá del Estrecho de Gibraltar que, demográficamente hablando y según el propio Ministro Borrell "se trata de una auténtica bomba de relojería"; de lo cual se deduce que es imperativo mantener un adecuado control fronterizo del Estrecho, Ceuta y Melilla.

Así, en Libia existen 400.000 inmigrantes que esperan alcanzar la Unión Europea, implicando un flujo migratorio irregular con unos costos inasumibles para los países de la UE que limitan con África, incluido España. Tampoco deberíamos olvidar la presión migratoria ejercida desde Marruecos; la cual, desgraciadamente, ahora parece depender del buen o mal día que tenga Mohamed VI. Sin duda, el nuevo Gobierno de España debe ser realista en su política de prestaciones y proceder con gran sensatez, primando el bienestar de los españoles sobre otras consideraciones.

En síntesis, afrontamos una nueva etapa de esperanza no exenta de incertidumbre para recuperar la concordia entre todos los pueblos de España y alcanzar la estabilidad socio-económica que debemos transmitir a futuras generaciones.

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