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Bendición

Un mensaje de salud y buen verano

Por primera vez en años, me perdí la bendición de las aguas de la bahía, pues estaba en traje bañu leyendo compulsivamente una ópera prima de un langreanu, novela negra que me enganchó. La historia está ubicada en Gijón y más aún, en mi querido Barrio Alto. Salen El Arca, mi amigu Oscar (encabronau, según el autor), la sidrería El Diablicu (Julín, yes un gallu), el Soho, la virgen de los playos, La Soledad, y hasta la Iglesia de San Pedro de Don Javier, que diría con sorna, el cura Bardales.

Parece ser, cual historia repetida, que los laicos se apostaron, en franca minoría, cuales anti taurinos o bablistas, a hacerse notar. Hombre, en su derecho están, faltaría más, y a mí no me incomodan en absoluto. Si yo fuese alcalde, iría a título personal, al final de la ceremonia religiosa, pues en mi atávico derecho estaría. En fin, hoy día de holganza, pateé el arenal y hasta pegué un calonín, después de devorar "El Cerro".

En grata compañía, tras prolongada ducha, por la caústica viñeta de Mortiner, ya en perfecto estado de revista, fui a mi sidrería amiga de la calle Cabrales, y libé unes botelles de Zapatero, con culinos que espalmaben en las eruditas artes del escanciado, merced al buen hacer del mierense Miguel y del colombiano Rodrigo, engolosinado con su selección y ahora, tras la comida familiar, con les ventanes abiertes, escribo esti billete de andar por casa.

Que día mas guapu, que ya era hora, nos tocó hoy en suerte. Salud a todos y buen verano.

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