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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Matraca deportiva

El nonato grado del Deporte es foco de conflicto que el Rector no sabe arreglar

El "Patatero", un ciudadano de la vecina León, enredado -y por ello enchironado- en la operación Enredadera decía querer, aparte de hacerse con la voluntad de funcionarios y gestores públicos mediante estipendio, la compra del Sporting. Parece que, o bien no tenía demasiado interés o no le daba la cartera para tanto bocado. A fin de cuentas, el soborno para la consecución de una contrata pública se hace en última instancia con el fondos del procomún, pero comprar una SAD, como pueda ser la entidad rojiblanca, hay que hacerlo con dinero de lo de poner, del bolsillo propio.

Puede parecer una especie de iluso el tal "Patatero", pero otros no le van a la zaga. La circunstancia de que alguna cosa en una operación o conjunto de ellas le haya salido mal y dado con sus huesos en una celda no significa que otras le hayan salido bien y que de sus inicios hortelanos haya pasado a otros negocios que le han procurado una cierta fortuna. Hay otros que, encaramados en podios sociales de indudable respetabilidad, se embarran en operaciones tan chuscas como las del "Patatero" al pretender hacerse con el Sporting. Ahí tenemos, y seguimos en el ámbito deportivo, al magnífico rector de la Universidad de Oviedo sin saber muy bien qué hacer con el grado del Deporte. Ya dio signos el Magnífico de un cierto desorden en el amueblamiento del desván al hacerse fan del bablismo rampante y rebajar a la universidad pública de la provincia unos cuantos peldaños en la escala de la excelencia, aunque tan baja anda que un ligero descenso poco se hace notar.

Ay, el dinero. Siempre hay mentes lúcidas que están dispuestas a acercarse a las fuentes de donde mana la riqueza. Y el deporte, con todas sus cantidades monetarias estratosféricas es una de ellas. Por eso, y no por el bienestar de mentes y cuerpos a alguien se le ocurrió implantar un grado sobre el deporte en nuestra alicaída "alma mater". Pronto surgieron los intereses localistas: ¿en qué campus asentar físicamente la gestión e impartición de las clases? Ni se había hablado de otras cuestiones cruciales, por ejemplo si había recursos económicos para un nuevo grado, cuando ya había estallado la guerra de las diferentes villas y ciudades. Con el paso de los meses, queda la cosa de si se implantará en Mieres o en Gijón. Y en esas estamos. Hasta los representantes de los partidos políticos no fueron capaces de aguantar la tentación de inmiscuirse en semejante avispero, aunque pronto vieron los inconvenientes del asunto y se sumieron en un prudente silencio.

A todas estas, don Santiago, el Magnífico, incapaz de aguatar el tipo, no cesó de solicitar independencia para la Universidad, con la misma vehemencia que, de vez en cuando, pide más recursos económicos. Y parece que últimamente ha llegado al parte de los montes: cual moderno Salomón se ha sacado de la manga partir en dos la criatura: una mitad para Gijón y la otra para Mieres. Brillante, aunque ineficaz. Pero el magnífico no es el rey de los judíos, sino un mediocre profesor y, así, ha llegado a la peor de las soluciones.

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