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Inhabitable

La realidad trans llega a los centros educativos asturianos e interpela a toda la sociedad

Hace trece años que en España es legal el matrimonio entre personas del mismo sexo. Aquello trajo debates enrocados sobre el concepto de matrimonio. Había quien entendía que sólo definía la unión entre personas de distinto sexo y, por tanto, todo lo que quedaba fuera de esa idea inamovible era "otra cosa". Trece años y miles de matrimonios homosexuales después, ya no ha lugar a polémicas carpetovetónicas, la sociedad ha aceptado como normal una realidad tan antigua como el ser humano. Por el camino, siglos de incontables sufrimientos personales.

Niños y niñas de entonces fueron ajenos a aquel ruido y hoy son adolescentes y jóvenes cuyo concepto de matrimonio se ha quedado en la esencia: la unión de dos personas que se aman. Los expertos asocian el hecho de ser pioneros como país en el matrimonio igualitario con nuestro liderazgo en el ranking mundial de aceptación de la diversidad sexual: el 80% de los españoles dicen verla con normalidad. Gais y lesbianas de otros países nos contemplan como un pequeño paraíso legal y de mentalidad. Pero no es oro todo lo que reluce.

Esos cambios de mentalidad en las sociedades, como los genéticos en las especies, exigen sus tiempos. El reducto de homofobia -vociferante y agresiva en algunos casos- no está solamente en ese 20% de población que se reconoce abiertamente como no tolerante sino en los muchos resabios homofóbicos que, al igual que los machistas, todavía arrastramos todos. Y aún tenemos otros cambios por emprender: la realidad trans está en cola.

Sepan que a día de hoy hay chicas y chicos matriculados en centros educativos asturianos que están haciendo su transición hacia el sexo contrario porque es en esa identidad de género en la que se sienten ellas y ellos mismos. En nuestro país ya pueden hacerlo. La ley les permite cambiar de género en el Registro Civil a partir de la mayoría de edad pero esto -que es solo una parte del camino- tiene su proceso. De manera que durante uno o dos cursos Julia -un ejemplo imaginario- figura todavía en su DNI como Carlos y, por tanto, también en su expediente académico, el carné de estudiante o la lista del alumnado de clase. Y el nombre lo es todo, la declaración de identidad -también de género- ante el mundo.

Conmueve ver como la mayoría son arropados por sus padres y madres que han entendido que la felicidad de sus hijos e hijas depende de esta transformación. Les atormenta intuir cómo se lo pondrá de difícil la sociedad pero se hacen cómplices del cambio y son hasta donde pueden su escudo protector. El mundo era antes inhabitable para ellas y ellos, ahora empieza a permitirles ser quienes y como son, si, pero aún les espera con muchos golpes extra.

Si gais y lesbianas son diana de los reductos homofóbicos en sus aulas -sobre todo en Secundaria, según los expertos- los y las trans están más expuestos al rechazo, particularmente los chicos que se feminizan porque tanto homofobia como transfobia están ligadas culturalmente a la masculinidad. En la UE el 67% del alumnado LGTB reconoce ocultar su condición en clase. Es la lógica del ahorro de sufrimiento aunque ello genere otro sufrimiento, inmenso, traumático: el de la ocultación.

A finales de año la Consejería asturiana de Educación habrá diseñado un protocolo de atención en materia de identidad sexual y de género, así como de prevención de todo un catálogo de fobias: homofia, lesbofobia, bifofia, transfobia... Buen comienzo pero vamos con retraso, la mayoría de las Comunidades Autónomas cuentan con leyes que recogen los derechos de las personas LGTB en todos los ámbitos, con particular atención al escolar. Asturias está en el pequeño grupo de rezagadas. Ya ven, torpes y lentos pero sensibles, hemos dado los primeros pasos a este lado del mundo para hacerlo habitable a quienes siempre han sido parte del mismo pero viviendo un infierno que volvía inhabitables sus propios cuerpos. Hagámonos aún más cómplices de ese cambio.

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