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Crítica / Música

El jazz de Peter Zak conecta con Gijón

El músico estadounidense presenta su último disco en un recital que fue de menos a más

La música es un lenguaje que se rige por normas diferentes a las palabras y que muchas veces establece la comunicación a través de atmósferas y sensaciones perceptibles de forma más intensa cuando la interpretación es en directo. Lo pudimos comprobar el pasado miércoles en el concierto de Peter Zak dentro de la programación que abría el otoño de "Jazz en el centro"; este pianista estadounidense iniciaba su gira española en Gijón, era el primer concierto con los músicos que le acompañan en este periplo, y la falta de conexión se hizo patente en los primeros temas del recital. Sin embargo, a medida que las piezas se sucedían la compenetración se impuso y la recta final fue un espectáculo en el que todo fluía con naturalidad, en un ambiente de complicidad con el que lograron conectar con el público.

El jazz de Zak no es especialmente arriesgado, tampoco se queda en lo clásico, es más bien un lenguaje propio de la madurez que otorga una trayectoria extensa que ha pasado por diferentes fases y que le permite exponer cada detalle con el poso de la experiencia. Llegó a Gijón para presentar su último disco, "One mind" (Fresh Sound Records, 2018), y fueron los cortes de este álbum los que protagonizaron el concierto. No en vano, abrió el recital como el disco, con "For Sonny"; Zak se sentó al piano y empezó a marcar el compás con brío, dando pistas de por dónde discurriría un tema construido a base de melodías angulares sobre un patrón swingueado. Lástima lo forzado del pasaje de intercambios con el batería. Los aires melancólicos de "I wish i lived in LA" dieron peso al concierto; se trata de una balada con fraseos largos y cargados de intención que va ganado intensidad. Aún más pausada fue la versión del standard "The very thought of you", con barridos de escobillas en la caja de la batería y con mucho cuidado en los detalles.

Para entonces la música ya había hecho mella en el público, que empezaba a responder con aplausos a las exhibiciones de los músicos, pero aún no habían llegado las genialidades, como las síncopas de contrabajo en "Backseat driver", con las que el contrabajo se adueña de la pieza con inteligencia, haciéndola respirar y aportando un soplo de aire fresco al desarrollo del tema. O la forma en la que, más adelante, piano y contrabajo lograron suspender el discurso musical y darle el protagonismo a la batería de Roger Gutiérrez para llevar el tema a su fin. Brillante, al igual que los sutiles aires caribeños de "Textures".

Fue una recta final de órdago, y la respuesta no se hizo esperar: ovaciones, bravos, y aplausos que lograron volver a apagar las luces del salón de actos para disfrutar de una propina con la que pocos contábamos. Sin duda, el público se la ganó por una aclamación bien merecida a tenor de lo visto en la última media hora de concierto.

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