Parece que al cabo se consuma el divorcio europeo occidental. Según un estudio de la universidad London School of Economics (LSE), el "Brexit" o salida del Reino Unido de la Unión Europea con acuerdo -y también arancelario- reducirá la economía de la isla en un 5%, y sin acuerdo hasta en un 9% en los siguientes 10 años; tal separación debe materializarse el próximo 29 de marzo de 2019. A falta de la aprobación del pre-acuerdo por el parlamento de Londres, cabe señalar que en realidad el Reino Unido siempre ha estado con un pie fuera y otro dentro de la UE, desde su entrada en 1973, luego de fracasar la EFTA alternativa de libre comercio. Si no se ha incorporado al espacio Schengen de libre circulación, ¿de qué recuperación de fronteras hablan ahora? Y si no se ha incorporado a la moneda común, el euro: ¿Qué política monetaria van a recuperar ahora? La cuestión, que no gusta a los euroescépticos, es si ahora van a quedar fuera pero con un pie dentro, caso de permanecer en la unión aduanera.
El debate entre proteccionistas y librecambistas viene de largo. Ya Adam Smith en el siglo XVIII, en su obra clásica liberal sobre la causa de la riqueza de las naciones, exponía el crecimiento del comercio como uno de sus motores, siendo el comercio vender lo que te sobra y comprar lo que te falta, a medio plazo tiende a beneficiar a la globalidad de sus practicantes. Los proteccionistas son por el contrario partidarios de proteger determinados tiempos y sectores propios poco competitivos de la competencia exterior más eficiente. La autarquía en un mundo cada vez más tecnológico y complejo es imposible. El problema entonces es, si todos hacen lo mismo: ¿Quién compra tus mercancías y servicios? Al revés de lo adoctrinado, que la crisis de 1929 fue culpa del liberalismo, lo cierto es que las políticas autárquicas de los años 30, practicadas tanto por gobiernos conservadores como socialistas, fueron en gran parte responsables del agravamiento y prolongación de la crisis, descenso del comercio y aumento del paro.
En nuestro caso nacional, la percepción o panfletos presuntamente progresistas, además de en prensa también en libros de texto, de una España perjudicada por el liberalismo, el euro o Alemania, contradicen los datos de la realidad económica. La renta por habitante ha pasado del 70% al 100% de la media europea antes de la entrada en 1986 a ahora. El valor de nuestras exportaciones se ha multiplicado por 8 (el 64% a la UE); España ha recibido más de 300.000 millones de euros de fondos estructurales y de cohesión, por ejemplo para agricultura e infraestructuras; y el turismo, favorecido por el euro, representa más de un 10% de nuestro PIB y empleo, si bien con la pega de su carácter estacional. Así pues eliminar fronteras y aduanas, reducir burocracia e impuestos ha contribuido no solo a una mayor libertad, sino también claramente a una mayor prosperidad. El ejemplo contrario fue la caída en picado del PIB de Rusia y Ucrania en los 90 al separarse. El gran y mayor progreso real es el liberalismo social.
