Un mal día lo tiene cualquiera, pero cuando todo desentona el problema quizás es estructural y el resultado no es bueno. El pasado miércoles la damnificada fue la "Misa en Honor a la Virgen de Covadonga", una obra de 2017 con letra de José Antonio Olivar y música de Guillermo Martínez que se enmarca en las celebraciones por los centenarios de Asturias. Se trata de una misa que apuesta por una sonoridad eufónica y un lenguaje postromántico que huye de excesos y complejidades; una obra sin excesivas complicaciones que sólo exige que todo suene siempre en su sitio, y los desatinos de coro, soprano y orquesta lo impidieron.
Nadie niega que haya habido "alma, vida y corazón" en este proyecto, como se señaló en la presentación del concierto, pero los desaciertos empezaron por la configuración de una amplificación a todas luces innecesaria para el volumen de intérpretes y el contexto de un teatro que goza de buena acústica. Es de esperar que, en este contexto, una soprano pueda proyectar la voz e imponerse con facilidad a un coro de voces blancas y una orquesta de cuerda sin necesidad de un micrófono. Esta amplificación restó matices a las voces, enfatizó en exceso algunos pasajes y evidenció problemas de empaste e impostación en el coro. En otras palabras, fue contraproducente.
El "Canto de entrada" empezó bien, con una pertinente cita al "Himno a la Santina" de Sagastizábal que cumple ahora cien años. La conducción inicial de las voces apuntaba a un carácter épico acorde con el texto, y la introducción del ritmo ternario preparaba un sustento ideal para que el coro brillase en su plenitud, pero no ocurrió. De ahí en adelante se sucedieron las imprecisiones: pasajes ininteligibles en el coro, desafinaciones en la soprano y en la orquesta y un "Canto final" con una desajustada articulación de fraseos que restó contundencia a la irrupción del solo de gaita.
Fueron demasiadas cosas las que no salieron bien. Esta "Misa en Honor a la Virgen de Covadonga" se merece una interpretación más pulida, más ajustada, para que la concepción armónica, los diálogos entre voces y orquesta, la imbricación de melodías y el juego de dinámicas y tímbricas que el pasado miércoles sólo pudimos atisbar brille como es debido. En fin, otra vez será.