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Carta al amigo ausente

La carcoma de todas las virtudes

La envidia nacional, un drama para un país que tiene por costumbre denigrar a los que triunfan

Qué pasa en nuestra España, me preguntas desde la distancia. Es cierto que llevas mucho tiempo ausente físicamente y por lo tanto estás desconectado del "vivir sin vivir en mí" evocando el poema que Santa Teresa de Avila escribió en Salamanca en 1571. Ello no significa que te hayas desprendido del apasionado amor que tienes a tu tierra, y que por supuesto quienes permanecemos en ella mantenemos con apego, aunque estamos obligados a reconocer las virtudes y los defectos por el hecho de haber nacido en un territorio tan especial, y seamos cómplices de los avatares de sus habitantes por su forma de ser, aceptemos los devaneos que se exteriorizan en el paisanaje convivencial.

YaMiguel de Cervante , en sus consejos a Sancho, llama a la envidia "raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes". Y en época más reciente, el icono de la generación del 98 Miguel de Unamuno, afirmaba que el rasgo más característico de los españoles era lo que llegó a llamar la "íntima gangrena española", reflejándolo en su novela "Abel Sanchez", a través de sus protagonistas.

Con estos antecedentes, ¿cómo nos puede sorprender el por qué de este obrar generalizado? Obviamente, con las consiguientes excepciones que existen cada día más a pesar de todo, puesto que afortunadamente ya se da paso a un obrar más desprendido de la vida ajena, y eso que los medios de difusión, la competencia por la apariencia y otras causas de la propia interioridad de los órganos digestivos de los humanos intentan ahuyentar la verdadera existencia del ser.

No es de extrañar por lo tanto que llegue a tu lejanía física lo que quizá quienes acostumbramos a convivir con la carcoma de las virtudes de este territorio nos pueda parecer una forma de vida que aceptamos por el hecho de pertenecer a este trozo de terreno peninsular, rodeado de agua por todas las partes menos por una.

La comparación interior de los progresos, cualidades, virtudes y felicidad de unos, en esta España, es causa de malestar para otros, que envejecen con el remordimiento interno de no haber conseguido lo que otros han alcanzado y no lo pueden remediar con usos y abusos de quienes son malhechores de su propia conciencia.

A todo ello, no hemos de despreciar la potenciación del uso avanzado de esta gangrena española, a la que apoyan las redes sociales con sus anonimatos o incluso con plena identidad para molestar más aún a quienes por su capacidad y educación, prefieren simplemente hacer uso del dicho que dicta que "mejor desprecio es no hacer aprecio", aunque ello pueda dar valor a los miserables que no saben apreciar que con su forma de obrar se hacen scáneres interiores sin necesidad de acudir al oncólogo.

Jorge Luis Borges explicó que "los españoles siempre están pensando en la envidia, hasta el punto de que para decir que algo es bueno dicen: es envidiable".

Es un síntoma claro de la expansión que se está haciendo de este vicio el hecho de despreciar los éxitos de los individuos que, con su esfuerzo, profesionalidad, sacrificio y talento son capaces de conseguirlo en contraposición a la crítica desmesurada hacia quienes desde su punto de vista obtienen un desliz o no obtienen el éxito deseado. Y lo que es peor aún con los nuevos sistemas tecnológicos de comunicación, hacer uso del aplauso a través de los emoticonos, que aunque no dicen nada, les hace cómplices, para perjuicio del infeliz que no llega a distinguir entre el bien y el mal que hace.

Claro que estoy completamente seguro que a los primeros, es decir a los del éxito, ni siquiera les estorban estos segundos mencionados, casi siempre fracasados, porque saben que no ofende quien quiere, sino quien puede.

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