La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica / Música

No somos especiales

No es la primera vez que "Chicago Mass Choir" pisa las tablas del teatro Jovellanos en el Festival de Gospel de Gijón, una cita ineludible para los aficionados a este estilo tan rítmico y de tanta calidad vocal. Y calidad no les falta a los de Chicago, por algo han conseguido a lo largo de su trayectoria numerosos premios de gran prestigio, como el premio "Stellar Award" (2017), que viene a ser como los Grammy's del góspel. Para la gira de este año escogieron un espectáculo llamado "Connecting souls", basado en temas tradicionales del góspel.

Sus quince voces (en esta ocasión) destacan por potencia, por afinación, por empaste y por la selección de un repertorio tradicional muy bien estudiado para que la fiesta no decaiga. Un trío de buenos músicos (teclado, batería y bajo) mantienen la base rítmica para que las voces se luzcan, en forma coral o como solistas. Hubo buenas interpretaciones, entre ellas el chico más joven del coro que se atrevió con el clásico "There's power". También destaca "Can't nobody" cantada por un tenor con una potente voz que desató grandes aplausos.

Como en la mayoría de los coros de góspel destacan sobremanera las voces femeninas, en número y en calidad. "Amazing Grace" fue interpretada por una chica que exhibió una gran tesitura y control en los glissandos. El villancico "Silent night" estuvo cantado magistralmente con una exhibición de sobreagudos en el último tramo. No tanta fortuna tuvo la intérprete del clásico "Oh holy night", un tema lento cantado con mucho sentimiento pero con afinación cuestionable: su interpretación fue diferente a lo habitual en el estilo góspel, optando por mantener las notas largas sin hacer glissandos -un rara avis en el gospel-, y en ocasiones se le iba. Para la traca final "Every Praise", cantada por el director que acusaba una fuerte ronquera y solventada gracias a la experiencia de Percy Gray, el coro -que apretaba fuertemente-, y el jolgorio del público. Y por supuesto el "Oh happy day", como en cualquier concierto de góspel que se precie, para salir desfilando por el pasillo uno a uno hasta llegar a la entrada dispuestos a vender discos. Hasta en los pasillos laterales de las plantas superiores se situó algún miembro del coro, por si alguno se despistaba o se resistía a esperar la cola de firmas.

Con toda la grandeza de las voces, el repertorio escogido y toda la parafernalia musical, los de "Chicago Mass Choir" no consiguieron ese plus de hacer que fuera una noche especial. Pienso que es labor de los artistas que el público crea que este concierto es único, que somos diferentes y que estaban deseando actuar para nosotros. Porque hay una gran diferencia entre artesanía y fabricación en serie, y esto último es lo que transmitió el coro de góspel. Una fórmula muy estudiada y con ingredientes de buena calidad, pero de fabricación en serie. En definitiva, ellos son muy buenos pero nosotros no somos especiales. Y por eso este concierto no es perfecto.

Compartir el artículo

stats