El muy admirado, y con razón, "Belén de Jovellanos", monumental regalo con que la Asociación Belenista de Gijón ha obsequiado estas Navidades a la villa, hace que nos preguntemos cómo celebraba Jovino las Navidades, si es que las celebraba. ¿Escribió algo acerca de los belenes? -me pregunta alguno-. Es obvio que celebrar las celebraba, como todo hijo de vecino en su tiempo, antes y después. Y además tenía un motivo más para hacerlo, su cumpleaños. Nacido la víspera de Reyes y bautizado ese mismo día con agua de socorro con los nombres de Baltasar, Melchor, Gaspar y María, no ofrece duda que las felices Pascuas fueron para él doble ocasión de regocijo. Eso sí, celebraba el cumpleaños junto con el santo, por así decirlo.

La casa de su infancia solía llenarse de invitados, la cocina de mujeres azacanadas, las mesas de dulces y licores y el ambiente de humo de velas y tabaco mezclado con voces de alegría y parabienes. En medio de aquel rebumbio, iba y venía doña Francisca, ama, señora y dueña de la casa, atendiendo a todos, después de horas entre platos, fuentes, artesas y demás cacharrería de fogón y fregadero, preparando, lo que su hijo, Francisco de Paula, llamaba "víveres de reja y misa", es decir, dulces de esos que acostumbran a servirse en locutorios conventuales y misas del gallo, oficio de refitolera que la ilustre dama desempeñó hasta muy avanzada edad.

La misa del gallo la oía, a veces, en la capilla de los Remedios desde la tribuna de su casa que comunicaba con ella. Salía acudir a oír villancicos que un año compuso para la ocasión Cipriano Varas. Celebraba también el día de fin de año, al menos eso parece deducirse de una invitación que hizo en la nochevieja de 1806 estando preso en Mallorca, consistente en dos pavos, seis capones y un bizcocho. Por Reyes daba el aguinaldo a la "familia", es decir al mayordomo y secretario, a las sirvientas y criados y entre ellos a Galopín, y también a su afilada (ahijada), la hija del conserje del instituto, llamada Baltasara en su honor, etc. El día de Reyes iban los alumnos del Instituto a "darle los días", felicitarle el cumpleaños, y Jovino les obsequiaba con dulces y algún que otro aguinaldo. ¿Y el belén? ¿pondría un belén? Es aventurado afirmarlo, pero está dentro de lo posible.

Estando preso en Mallorca le invade -¡cómo no!- la nostalgia de la Navidad en el tiempo en que era más feliz. Al felicitar a su amigo Carlos González de Posada, le dirá: "Contesto a la favorecida de usted del 3, dándole las Pascuas ante todas cosas, para que no se pierda la buena costumbre de recordar tan santo tiempo en este calamitatis et miseriae, en que se olvida todo lo bueno." Se le queja en otra de no tener con quién comunicar la alegría de la Navidad: "Acá estamos también sin novedad, deseando buenas Pascuas a todo el mundo, sin atrevernos a darlas a nadie, no sea que les nieguen la puerta como vinientes de lugar apestado". También hoy, en tiempos de sosiego y abundancia, de alegría generalizada, encontrarías, Jovino, algunas gentes a quienes les apesta la Navidad y le cierran sus puertas.

En otra carta le agradece al magistral amigo "sus santas aleluyas, llenas de la saladísima alegría". "Gracias a usted que así -le escribe- supo hacer que fuesen también alegres las Pascuas en estos lugares de tristeza y soledad". También sí, en estos lugares, en la cárcel, faltó su amigo como antes, hacía más de diez años en su casa natal, en aquellas Pascuas del 91 que recordará al año siguiente: "Hemos pasado -dirá- buenas Pascuas, bien que no tan alegres como las pasadas, porque faltó el magistral". Ahora faltó el magistral, pero envió sus aleluyas. Y hasta se presentó un día en el castillo de Bellver disfrazado de fraile, para abrazar al amigo. Sirva de testimonio de la fidelidad de estos amigos el seudónimo de El Can, con que Jovino le dirigía sus cartas para burlar la censura a que tenían sometida su correspondencia. Pero, sí; Jovino habló alguna vez de belenes: "Las Pascuas se pasaron con todos sus belenes y pastorcitos y bueyes y mulas; pero echando menos en el rótulo del ángel el "in terra pax hominibus", porque hay hombres tan hambrientos de oro de una parte, y tan sedientos de sangre de otra buena, que no quieren que tengamos ninguna".

La cuestión es que parece que Jovellanos habla en sentido figurado como si dijese: "Aquí se pasaron las Navidades con todo cuanto las adorna, con todo el boato que conllevan, con todo lo externo, menos con lo principal, el verdadero espíritu de la Navidad, el de la Paz, la paz en la tierra". Resulta difícil tomarlo al pie de la letra como si de verdad hubieran puesto un belén en el castillo; pero hay que tener en cuenta que, si Jovellanos oía dos misas diarias, y el día de Navidad oyó tres; si podía hacer tertulias en su celda y hacer invitaciones de cena en nochevieja, es evidente que las Navidades se celebraban en el castillo de Bellver en los últimos años de su prisión cuando se le relajó el rigor de la condena. Y si además tenemos en cuenta que para los soldados -quien, conoce la milicia lo sabe- eran fiestas muy señaladas para el recuerdo de la familia, quién sabe, pudo haber un belén en Bellver. Pero, aunque hablara en sentido figurado ¿por qué emplear la imagen del belén si no hubiera habido nada que se lo recordara, como sin venir a cuento?