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Carta del amigo ausente

El miedo como peligro de la democracia

Un presidente que redistribuya la riqueza a escala nacional y no nacionalista, la clave del bienestar de un país

Comprendo tu inquietud amigo Fernando, por el pesimismo que envuelve esta etapa en nuestro país. Si a mí, desde la distancia me produce dolor, entiendo la tristeza que a ti te puede suponer el ambiente que se está creando de desgana y desconfianza, calando en la ciudadanía la peligrosa idea de "que esto no tiene remedio"

Se percibe en el ambiente la sensación de falta de rumbo y de objetivos conseguibles, que afloran la sensación de desgobierno, a la vez que se detecta que, los gobernantes desarrollan su fin exponencial para conseguir la subsistencia en ese mar de dudas, donde cada uno va a lo suyo, sin disimular siquiera los métodos que usan para sus logros individuales y sin importarles las consecuencias que la sufrida ciudadanía tiene que soportar consecuencia de sus egoístas decisiones.

No es bueno para nuestra España que esta situación continúe, ni es recomendable que esta sensación de dejadez frustre la ilusión de sus habitantes. Es hora sin embargo de unir los esfuerzos de todos los ciudadanos, para poner orden en la orientación del gran colectivo nacional y desterrar el miedo que produce la toma de decisiones que despejen y dejen divisar con optimismo el horizonte español. (Nuestro pueblo ya ha superado en otras épocas de nuestra historia situaciones más pesimistas que la actual, por lo que no podemos ni debemos abandonar hasta resolverla)

Estoy seguro que si nuestros gobernantes se lo proponen como prioridad, cumpliendo los mandatos que les confiere el sistema democrático actual, pueden encontrar un presidente para este tiempo de crisis institucional que, sin duda, inyectará la esperanza e ilusión para resolver la incertidumbre actual que pesa sobre nuestro futuro, a la vez que crea el mayor mal que un país puede sufrir a través del inmovilismo del miedo.

Un presidente que hable al pueblo sin miedo irracional e injustificado, con verdad sincera y sin tapujos para afrontar los verdaderos problemas de la nación. Que sea capaz de reconocer que el esfuerzo y el trabajo, son los únicos soportes para salvar el penoso problema de la supervivencia de sus ciudadanos y que a su vez les transmita que los males de esta sociedad no provienen de una plaga de langostas, sino como consecuencia de una mala distribución de la riqueza existente en la nación y del mal uso que de la obtención de la misma se hace desde distintos sectores, poderes y grupos aprovechados de las circunstancias. Un presidente que transmita a los ciudadanos con signos ejemplarizantes, que la felicidad de los seres humanos no está en acaparar y poseer dinero, sino en la emoción de los esfuerzos creativos y del disfrute de los logros, estimulando la moral y la ética. Que promueva que las desventuras del sacrificio y esfuerzo no se compensan con la búsqueda de beneficios rápidos y fugaces, imponiendo un cambio en los patrones del éxito.

Un presidente que redistribuya el trabajo y la riqueza a escala nacional y no a escalas nacionalistas, reconociendo la pluralidad de sus regiones sin dar valor diferencial de aprecio a unas en perjuicio de otras, sin distinciones de repartos presupuestarios.

Un presidente ejecutivo que promueva la supervisión de la especulación interesada y que defienda la supervivencia de los sectores que a cada región le dan su propia personalidad y diferenciación en el conjunto nacional. Que tenga autoridad y muestre respeto en el Parlamento Nacional, que se haga respetar por su seriedad y cumplimiento de las acciones programadas en consenso dialogado con todas las fuerzas políticas, y por supuesto que sea capaz de poner orden en nuestro propio país haciendo que los ingresos se equilibren con los gastos, teniendo como guía la propia constitución del país que gobierna, obligando a todos los ciudadanos de la nación a su cumplimiento, sin excepción, a través del dialogo con la fuerza que proporciona en épocas de dificultad la fortaleza que da a los interlocutores, la propia renuncia a obtener concesiones en beneficio propio, para que triunfe la unidad y el bienestar de todo el conjunto nacional.

Un presidente que en el campo de la política mundial sea capaz de desarrollar dentro de la globalización la política de "Buen vecino" , que respetándose a sí mismo, respete los derechos de los demás acatando sus obligaciones y sus pactos en ese mundo de vecindad dentro del planeta.

Mi querido amigo, reitero mi confianza en nuestra nación, puesto que está capacitada para asumir las correcciones y tomar las medidas que requiere para curar la herida actual, dentro de una gangrena mundial.

Los españoles, en su larga historia, hemos tenido muchísimas oportunidades de mostrar el valor real para conseguir liderazgo, por lo que no es preciso tener que imaginar ni prejuzgar que se le supone. Solo nos falta incrementar el índice de la propia valoración y confianza en sí mismos. Únicamente precisa la motivación que ahora le falta.

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