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De la EGB a la KGB

Los pros y los contras del uso de las nuevas tecnologías por parte de los menores de edad

La noticia publicada por LA NUEVA ESPAÑA, según la cual algunos colegios asturianos han tomado la decisión de prohibir en sus aulas el uso de determinados artilugios electrónicos tales como relojes inteligentes, capaces de realizar fotografías, grabar vídeos o incluso registrar conversaciones que se estén produciendo en un momento determinado, sin el conocimiento ni por supuesto la autorización de las personas sometidas a este tipo de escuchas, ha puesto de nuevo sobre la mesa el tan manido debate acerca de los pros y las contras que pueden ofrecernos en pleno siglo XXI las herramientas tecnológicas. Llega además después de haberse conocido también el preocupante aumento en el número de niños menores de diez años con acceso a un teléfono móvil.

Y es que puede ser útil (y lícito) el que los padres por ejemplo, gracias al GPS que incorporan estos dispositivos, puedan saber en cada momento dónde se encuentran sus hijos. Y más en estos tiempos que corren. Pero esta función pierde todo su sentido cuando los niños se hayan en el colegio. A partir de ahí, ese sobreproteccionismo de los padres hacia sus hijos, que subyace a fin de cuentas en este asunto (como en tantos otros relacionados de un tiempo a esta parte con los niños), se vuelve enfermizo y raya lo psicótico cuando se va más allá y se traspasan sin pudor alguno los más mínimos niveles de ética y respeto hacia la labor de los docentes. Como profesionales pero también como personas.

No hay en todo esto nada por otro lado que pueda ya sorprendernos, si volvemos nuestras miradas a los datos relativos a las agresiones sufridas por profesores, a manos de los progenitores de sus pupilos. A la cabeza de esas vergonzosas estadísticas se sitúan los profesionales de Primaria, como aquellos que presentan un mayor porcentaje de riesgo de sufrir este tipo de violencia verbal o física. Increíble pero cierto. Tanto como el hecho de que existan padres en nuestra bendita región Paraíso Natural, que hayan llegado a recurrir a los tribunales para que sean éstos quienes diriman ante una disparidad de criterio existente entre el profesor y los demandantes, a la hora de valorar una nota de un alumno.

Convendrán conmigo en que resulta un tanto paradójico que sean precisamente algunos de esos mismos alumnos -hoy padres-, que estudiaron en aquella casi olvidada EGB, donde se inculcaban valores fundamentales como el respeto y el esfuerzo, quienes ahora hayan mutado a una suerte de agentes de la KGB, cuya única misión es la de garantizar la felicidad de su prole, evitándole cualquier mínima y posible traumática frustración, sin dudar para ello en emplear los más insospechados y perversos métodos. Incluido el del mencionado espionaje en las escuelas, y contra el que no cabe sino actuar sin medias tintas para erradicarlo de manera fulminante. Cualquier cosa antes de que nuestras aulas acaben degenerando en un escenario más propio de una 'guerra fría' entre padres, alumnos y profesores.

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