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Tormenta de ideas

Mineros asturianos

La fortaleza de unos héroes que lucharon con tenacidad contra las entrañas de la naturaleza para rescatar a Julen

Orgullosa. No tengo otra palabra. No se me ocurre nada que pueda definir mejor el sentimiento que tengo cuando los intuyo allá abajo, con la responsabilidad de todo un país sobre sus espaldas, esas que han llevado sobre ellas tantos cuerpos inertes, pero con vida, porque ellos han arriesgado la suya para salvarlos. Orgullo de que corra sangre asturiana por sus venas, de que sean parte de un oficio que poco a poco está desapareciendo, pero que ellos de alguna forma quieren perpetuar, porque llevan en sus genes la fuerza para horadar con rabia, con fuerza, con la energía que solo da la certeza de estar haciendo algo excepcional, como es destrozar las entrañas de la montaña para poder salvar a quien se encuentra encerrado en ella.

Esta vez no será así. Lo que van a devolver a esos padres es el cuerpo de su hijo inerte, pero también sé que quieren devolvérselo a unos padres que necesitan velarlo, tener un duelo que hasta ahora no han podido hacer, que toda su energía la emplean para arrancar al pequeño de las garras de una tierra que ha hecho lo posible para que no llegaran hasta su corazón, hasta el alma de Julen. Ellos arriesgan su vida para salvar la de los demás, aunque en este caso no ha podido hacerlo, pero lo intentaron, lo lucharon mientras sus familiares estaban lejos, en el otro extremo de este país que tembló con cada palada, con cada avance, pensando que sus seres queridos están picando, como seguro han hecho sus padres, sus abuelos, sus antepasados, que se han manchado tantas veces la cara y el alma del carbón de la mina.

Aquí no hay carbón, aquí no hay más que la lucha del hombre contra la naturaleza, sin oxígeno, en condiciones infrahumanas, con el único objetivo de devolver el niño a unos padres que solo queremos ya que descansen, que acabe su agonía. Por eso, esos hombres son mis héroes, aunque ellos no quieran serlo, y sé que mi orgullo, el escalofrío que recorre mi cuerpo, es el mismo de todos los asturianos que vemos cómo afrontaron, sin dudar, con serenidad y valentía, la que seguro fue la peor misión de sus vidas. Yo desde aquí solo pude rezar y es lo que hice. Rezar para que les quede en el alma el consuelo de saber que han ganado otra vez a la montaña y que han aliviado a los padres de Julen, para que puedan, ellos y todos nosotros, dar rienda suelta al dolor. Poder, al fin, llorar, y daros siempre las gracias por representarnos a todos, por ser, como sois, nuestros mineros. Mineros asturianos.

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