La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El bastonero, figura olvidada del Antroxu local

El personaje, con vara en mano, vigilaba que en los bailes de Carnaval se respetaran "las buenas costumbres"

"En cuanto a lo que se dice sobre las máscaras con gorros colorados por las calles de Gijón los días de Carnaval, solo puedo decir haber visto unos mozos del pueblo vestidos de blanco con gorros catalanes encarnados en la cabeza bailando en la Plaza sin máscara alguna y con la cara descubierta y limpia. Que era una diversión muy honesta y que no ha traído la más mínima alteración y andaban escoltados de una partida de Monterrey que guarnece el Pueblo con el objeto de evitar cualquier desorden".

Esta es la más antigua referencia sobre carnavales que hemos localizado en el Archivo Municipal de Gijón y data del año 1825, concretamente es el expediente número 2 de ese año, bien poco falta para que se cumplan dos siglos.

El antroxu gijonés se recuperó -tras el paréntesis de la Guerra Civil y los cuarenta años siguientes- a partir del día en que pudimos elegir democráticamente a nuestros concejales. Eso fue el 3 de abril de 1979, dentro de poco se cumplirán otros cuarenta años. El carnaval sí que había sido prohibido por las autoridades de la época pero, por el motivo que sea, se mantuvo en ambientes fabriles y familiares la celebración del Jueves de Comadres, que de hecho inicia el carnaval.

Desde inicios del siglo pasado hasta la Guerra Civil en el teatro Dindurra, y en otros centros de diversión locales como Los Campos Elíseos y varios más, era habitual en antroxu la figura de "el bastonero", que provisto de una "vara de mando" cuidaba que las buenas costumbres y la moral no fuesen saltadas con la disculpa de los disfraces. Entiéndase en bailes de salón, no bailes callejeros. Sobre este peculiar personaje escribieron Luis Argüelles y Alfredo García "Adeflor".

Entre el humor y la seriedad estaba el bastonero ataviado con una túnica talar, con capucha, sin mostrar su cara, con un palo que llevaba en alto y de cuyo extremo superior colgaban unas cintas de colores, y unos cascabeles. Si una pareja se "sobrepasaba" el bastonero rozaba con las cintas policromadas la cabeza de los jóvenes, los cascabeles sonaban y así se recordaba la necesidad de guardar las "buenas costumbres". Si los amores en el salón eran ardientes allí estaba él para recordar que amar estaba permitido pero arder estaba prohibido. Con ello la moralidad quedaba salvaguardada.

En los antroxeros bailes de máscaras gijoneses lo que evitaba también esa figura era precisamente que las mujeres y hombres se desenmascararan ("Mascarita ¿me conoces? Sí señora por les voces"). De hecho los Reglamentos de Policía Urbana de Gijón aclaraban que en los bailes de máscaras sólo los policías podían quitar la careta a los bailadores si es que alborotaban "si es que estos insultan, faltan al decoro o proporcionan disgustos al público".

En Gijón somos mundiales y tendemos a creer que lo nuestro es único, pero no. El bastonero es una figura que se dio en muchas ciudades y pueblos de España. En el Diccionario de la Lengua Española figura la palabra y como quinta acepción leemos: "Hombre que en ciertos bailes designa el lugar que deben ocupar las parejas y el orden en que han de bailar".

Con su bastón en la mano, como si una vara del alcalde fuera, era la máxima autoridad en la pista. ¿Quién hacía de bastonero? Un empleado del salón de baile que, desprovisto a veces de su disfraz y con la cara descubierta, suponemos que también haría de portero y despacharía entradas o consumiciones.

No nos consta en Gijón pero la figura de El Bastonero se mantuvo, y con ese nombre, en algunos pueblos de España incluso durante el franquismo pero ya sin relación con el carnaval. Su misión (ahora ya sin disfraz y sin vara, pero sí con americana y gorra de plato para dejar claro quién mandaba) era evitar peleas, controlar que la gente no insultara a los miembros de la orquesta ni se subiera al escenario, evitar que entraran a los bailes de pago menores de edad y, en definitiva, "controlar las normas morales del baile".

Compartir el artículo

stats