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El desenlace de la legislatura era previsible

Las razones que llevaron a Pedro Sánchez a adelantar las elecciones generales

La llegada de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno central fue legítima aunque atípica por acceder al cargo mediante una moción de censura en la que solo aportaba 84 diputados, precisando el apoyo de los populistas y secesionistas catalanes. Se trataba de una frágil simbiosis de conveniencia que fracasó en el Parlamento, con el rechazo de los Presupuestos Generales del Estado de este año por deslealtad del secesionismo catalán.

En este sentido, con el presumible "tripartito" de la derecha (PP, Ciudadanos y Vox) esperando futuras elecciones, Joaquim Torra, Presidente de la Generalitat, endureció su diálogo con el Gobierno central durante la barcelonesa reunión del Palau de Pedralbes (20-12-2018) al presentar un documento de 21 puntos donde destacaban el derecho a la autodeterminación, precisar una mediación internacional en una negociación entre iguales, renunciar a la aplicación del artículo 155 de la Constitución, abandonar la vía judicial en este conflicto con garantías de separación de poderes y, finalmente, otros 6 puntos relativos al "fantasma" del franquismo. El inaceptable contenido del documento forzó su desestimación por el Gobierno central e implicó el cese del diálogo entre las partes, con el posterior rechazo de Torra a los Presupuestos.

Dicho esto, me pregunto quién saldrá perdiendo con este nuevo escenario sin diálogo. Creo que, si bien Pedro Sánchez no ha superado la prueba auto-impuesta y afrontará las elecciones generales cotizando "a la baja", aun no parece estar políticamente vencido. En este sentido, una encuesta del GESOP vaticinaba la victoria del PSOE en estos comicios con 115-117 diputados (recuperando 32 diputados procedentes de Unidos Podemos), aunque sin lograr la mayoría absoluta. Por su parte, el PP sufriría un descalabro (75-77 escaños) a costas de Vox, debutante en el Congreso de Diputados con 43-46 escaños, resultado similar al de Ciudadanos. Dicha encuesta auguraba que el "tripartito" de derechas alcanzaría 162-170 diputados, aunque tampoco obtendría la mayoría absoluta para gobernar.

Así, parece posible que, tras las elecciones generales del 28 de abril, el PSOE logre un mejor resultado del previsto inicialmente. Ello se debería al cese del diálogo con la Generalitat en el instante que Torra impuso condiciones irracionales para resolver el problema territorial de Catalunya, porque podían vulnerar los límites constitucionales.

Por su parte, los acólitos de Quim Torra y el huido Puigdemont han "dinamitado" el único puente de entendimiento con el Gobierno central para alcanzar una solución política globalmente válida. A mi juicio, en el Estatut de Catalunya se debieron incluir las modificaciones aprobadas en su día por el Parlamento catalán y que, luego, fueron impugnadas por el Partido Popular ante el Tribunal Constitucional, dejando la reforma constitucional encaminada hacia una España Federal para un tiempo posterior.

Incluso más, en el supuesto de que la derecha gane estas elecciones generales y logre gobernar con este "tripartito" en Catalunya puede existir una confrontación entre los fanáticos secesionistas del CDR y los reconquistadores de Vox, liderados por un Santiago Abascal que pretende "cabalgar" por la barcelonesa Diagonal junto a Pablo Casado, delfín político de Aznar, como supuestos héroes libertadores del ciudadano catalán; tras, quizás, imponerle una versión dura del artículo 155 de la Constitución.

Personalmente, como español me entristece el clima de crispación y confrontación que está generando este Procés independentista; pero, como catalán, estoy indignado porque está perjudicando dramáticamente a Catalunya, sea desde un punto de vista económico, con la preocupante fuga de empresas, como social, al desprestigiar ante el resto de españoles nuestro "seny" del catalanismo sensato e ignorar su completa oposición a la secesión, posición política compartida por más de la mitad de la ciudadanía catalana.

En síntesis, creo que el Gobierno de Sánchez ha sido efímero por nacer de una débil moción de censura y porque ha cometido errores políticos de gran calado. En primer lugar, ha gobernado en minoría mediante decretos ley, con la ingenuidad de creer que la oposición parlamentaria le aprobaría sus Presupuestos de carácter social. En segundo lugar, ha confiado en la lealtad de los secesionistas catalanes para resolver con diálogo un problema que amenazaba la integridad territorial de España y, a cambio, ha recibido un monólogo sobre la autodeterminación. Finalmente, su tolerante política migratoria ha implicado un "efecto llamada" a las mafias responsables de la avalancha ilegal de inmigrantes en la costa andaluza, implicando un notorio deterioro de nuestras prestaciones públicas (sanidad, educación, salarios sociales) que se traduce en evidente munición electoral de la ultraderecha.

Ante este escenario, y a pesar de ciertas iniciativas positivas en el programa del PSOE que han sido imposibles de materializar en tan corto plazo de tiempo, pienso que el desenlace de la actual legislatura con un adelanto electoral, de incierto resultado, era muy previsible.

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