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Adiós, José Ramón

El amor a Gijón de un Fernández Costales de sonrisa pícara

Conozco a José Ramón de mis años de pipiolo en La Inmaculada. Desde aquellos tan gratificantes como pretéritos tiempos hasta ahora, no dejamos de charrar cuando nos encontrábamos por Los Campinos, el Campu Valdes o la Plazuela.

Solía decir Chema Cabezudo (presidente de los Antiguos Alumnos de los Jesuitas) que durante su largo mandato nunca había presenciado una presentación tan emocionante y erudita como la que José Ramón le hizo en el Paraninfo, en su calidad de alumno distinguido, a su hermano Javier.

Hace unos años como canciller de la cofradía del Santo Sepulcro me ofreció el embolao, y el honor, de dar el pregón de Semana Santa. Cualquiera le decía que no a esa voz imponente con su sonrisa de pícaro. De su trayectoria ya han hablado con cariño y merecimiento los medios locales. Yo tan solo añadiré que bebí en sus mismas fuentes, la entrañable escuela de doña Anita, el citado colegio y su amor acérrimo a Gijón. Se nos fue un buen tipo, un gijonés "enragé" que diría Juan Ramón P. Las Clotas y, en mi caso, un amigo mayor.

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