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Los militares al asalto de la política

La presencia de altos cargos del Ejército en las listas electorales de algunos partidos debe considerarse un hecho enriquecedor y un signo de normalidad

Creo que fue el asturiano teniente general y diplomático Manuel Díez Alegría el último representante militar en las Cortes. Lo fue por designación real en las de la Transición y seguramente porque era el último representante de otra época, la de los militares cultos y en su caso aperturista en el anterior régimen. El teniente general, de vastísima cultura también era miembro de la Real Academia de la Lengua y después de él sólo llegó Mingote, pero en su calidad de humorista gráfico.

Desde entonces un desierto, y la imagen de las Fuerzas Armadas (FAS) como reducto reaccionario. El arrinconamiento de lo militar es tal que hasta en el propio Ministerio de Defensa ha sido difícil encontrar militares en las direcciones generales, lo que en cierto modo es llamativo. El 23F seguramente reforzó esa impresión y no ha sido hasta hace bien poco que las cosas parecen haber comenzado a cambiar.

Todo empezó con la llegada del antiguo JEMAD, máximo cargo militar de las FAS, a Podemos, partido que se coloca en la parte extrema izquierda del espectro político y que supuso, para algunos, un enorme escándalo. No para mí que lo único que eché en falta entonces fue que algún analista explicase cómo era posible que alguien con ideas de izquierdas llegase tan alto en las FAS. ¿Quizás porque no son tan monolíticas? ¿Quizás porque en ellas caben todas las sensibilidades políticas? Con él también se incorporó algún guardia civil que ha ejercido como diputado en esta legislatura recién finiquitada.

Al general Rodríguez le siguió, casi llegaron juntos, la comandante Cantero, cuya notoriedad se basaba en una causa de acoso sexual en las FAS y que fue integrada en las listas del PSOE y que, al parecer, repetirá como diputada. Desde ella tenemos que saltar a fechas más recientes, un par de meses, cuando saltó a los medios la noticia de que el antiguo JEME, máximo cargo en el Ejército, general Coll, se presentaría a la alcaldía de Palma de Mallorca por Vox, partido en la extrema derecha del espectro partidista. Mas reciente, una semana tan solo, ha sido el PP con la incorporación del general Otazu, hasta hace bien poco comandante general de la plaza de Melilla, el que se ha unido a la ola "militarista". Nos falta Ciudadanos, siempre tan innovador, que en esta ocasión parece haber perdido el paso en relación con la incorporación de militares a sus filas; quizás veamos aún alguna reacción.

En estos últimos días, Vox nos ha sorprendido con tres incorporaciones más a sus listas con representantes de los tres ejércitos y que han dado la impresión de que se estuviese produciendo un asalto de los militares a la política. No me lo parece a mí, tanto si miramos a nuestros vecinos, donde es algo habitual que estas personas, muy formadas y con gran sentido de la responsabilidad, aporten su experiencia a la vida política; como si lo hacemos en clave interior y constatamos que una parte de la sociedad, los militares, formados en el "a España servir hasta morir" o en el más clásico "Todo por la patria", a una edad temprana emulaban al general Douglas McArthur en su discurso al Congreso y se desvanecían, y con ellos todas las posibilidades de seguir aportando a la patria común, pienso, por ejemplo, en las comisiones de defensa de Congreso y Senado, sin descartar otros ámbitos.

Creo sinceramente que la llegada de estas personas a la política es algo muy positivo y que enriquecerá el propio sistema político español. Además, el hecho de que exista esta diversidad de ideologías ayuda a desmitificar la imagen típica de unas Fuerzas Armadas de una sola y única sensibilidad política. Las FAS las forman personas, ciudadanos, con pensamiento político propio y por ello diverso, con una sólida formación y un acendrado sentido del deber y de servicio a España. Sean bienvenidos.

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