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Cien años de Fausto Coppi

Memoria de uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos

Este año se cumplen cien años del nacimiento de Fausto Coppi. Y recuerdo a Julian Redondo, gran periodista deportivo, contar que el Tour del año 1952 fue muy disputado y apasionante para los aficionados al ciclismo. Las dos figuras, Fausto Coppi y Gino Bartali, habían pasado de ser compañeros de equipo a adversarios irreconciliables. Cada uno a su manera representaba aquella Italia de la posguerra. Bartali era conservador, católico y amante de las reglas. De Coppi decían que era comunista, poco religioso, y las normas sólo le interesaban para transgredirlas. Pero fue en el Col del Galibier, en aquel julio de 1952, donde se dio la reconciliación entre dos hombres antagónicos, gracias a un bidón de agua que le dio Bartali para que Coppi no cayera exhausto en el asfalto de la carretera. Este gesto sirvió para que aquella Italia se reconciliara consigo misma y estos dos adversarios volvieran a ser amigos.

Y yo recuerdo todavía el abrazo de Kostadicova con su compañera Ivanova. Y las lágrimas con las que Silke Gladisch vio subir el mástil de la bandera de su nación. Los mordiscos de Nadal a la copa de Roland Garros, y aquella sonrisa de Manolo Santana cuando ganó el Wiblendon del 66 en Londres. No me gustó el gesto de Ben Johson cuando se dedicó a leer su diploma mientras sonaba el himno nacional. Y me dolieron los ojos con los que Willie Banks miró al marcador que sentenciaba lo corto de su último salto.

Por eso me permito pedir desde este humilde cuadrilatero, a los periodistas, a los cámaras de la televisión, a los fotógrafos, que nos sigan contado lo humano de una carrera ciclista, de un partido de tenis, de la subida montaña difícil o de un gol en los mundiales.

Porque a los amantes del deporte nos apasiona analizar ese gesto con el que Indurain dejaba ganar una etapa del Tour a su compañero de escapada, o aquellas piruetas de Hugo Sánchez lanzaba al cielo después de un bonito gol , o las lágrimas de Garbiñe Muguruza al ganar Wiblendon. Y es que lo mejor de los deportistas es lo que tienen de humanos, no lo que aparentan como ídolos. Porque, no sé si lo saben, pero ellos se desnudan en sus gestos.

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