La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Polo de decrecimiento

El anuncio de Arcelor-Mittal, nuevo paso hacia la Asturias vaciada

A mediados del siglo pasado el economista francés François Perroux puso de moda el concepto de los polos de desarrollo, la fuerza centrípeta que la instalación de grandes empresas ejerce sobre lo que le rodea -personas, otras empresas, centros formativos, infraestructuras- y que acaba transformando su entorno en un espacio que crece más rápido que otros. Dejando, si acaso y para los más próximos, el impacto benéfico de la cercanía. Asturias fue, en tiempos de Perroux, un buen ejemplo para explicar su teoría en las aulas.

Los expertos de hoy en economía de las regiones analizan el fenómeno de la España vaciada. Ojo al matiz, no vacía, sino vaciada, es decir, víctima de una especie de "evacuación" escalonada: gentes que se van atraídas por espacios más prometedores para su futuro, dejando atrás localidades para la vejez de los que ya no precisan irse y donde difícilmente se escucha una risa infantil salvo en vacaciones. Lo que parecía exclusivamente materia de estudio demográfico tiene ahora en alerta a economistas y gobernantes, especialmente para encontrar estrategias que reviertan esa sangría. Asturias es hoy firme candidata a formar parte del mapa de la desocupación.

Como para escenificar la conexión entre los dos escenarios, pasado y presente de Asturias, la empresa emblema del polo de crecimiento que fuimos, la actual Arcelor-Mittal, acaba de anunciar que reducirá su producción en sus factorías regionales. Lo justifica en el precio de la energía eléctrica, lo cual duele el doble: principalmente porque suena a que empieza a irse pero también por la verdad que utiliza como argumento. No hay ciudadano que no se haya preguntado qué rayos ocurre con el recibo de la luz. A este ritmo, la electricidad será un bien de lujo al alcance de quienes puedan sufragarlo.

No sé si los expertos de Arcelor-Mittal han conseguido desencriptar la información de su recibo eléctrico, pero en su contabilidad ha saltado el farolillo rojo del gasto en este suministro al igual que lo ha hecho en nuestra economía doméstica. Muchas familias son víctimas ya de la pobreza energética a causa de una hiperinflación sin explicación convincente. Porque el mercado de la energía eléctrica es opaco, sólo para iniciados, un galimatías con precios que fluctúan por minutos. Como el "megavatio de oro" durante el pasado partido entre Liverpool y el Barça, un pico del precio de la luz que está siendo ahora investigado.

De hecho, hay profesionales dedicados a la noble tarea de desentrañar la factura doméstica y proponer cambios en el contrato con la empresa administradora a cambio de un porcentaje del ahorro que consigan. Bien por el nicho de mercado pero lo que se echa en falta es, en primer lugar, transparencia y, en segundo, políticas que frenen este despropósito abusivo. Los países nórdicos han conseguido reducir su factura desarrollando energías renovables y nosotros, multimillonarios en sol, las hemos frenado, incluso penalizado. Otros países son autosuficientes y nosotros hemos de importar a Francia o Marruecos. Algo no va.

Seguramente Arcelor-Mittal tiene otras razones para adoptar la decisión que nos tememos. Pero la cuestión que nos ocupa es que, al final, todo acaba en el terreno de las políticas. Son, mal que le pese a los economistas neoclásicos, el elemento corrector de tanta disfunción aunque a veces también sean una disfunción en sí mismas. Políticas que marcaron el desmantelamiento del polo industrial de Asturias sin articular alternativas efectivas, dejando a la región en una decadencia cuyo mejor ejemplo es la paradoja de nuestra incomunicación en tiempos globalizados.

Corren tiempos de promesas y hemos de reparar en las respuestas a nuestros problemas de fondo. O aceptar ser un modelo para el estudio del decrecimiento. Si acaso, como alternativa, ser el parque temático de la España húmeda, la del agua. Hasta que la privaticen.

Compartir el artículo

stats