La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Palabras para Greta

La movilización internacional de la adolescente sueca contagia a la juventud asturiana

Nadie ignora quién es Greta Thunberg. Nadie conectado. Ha pasado de ser adolescente desconocida a referente internacional, la flautista de Hamelin de la causa medioambiental. Ni la mejor estrategia de comunicación construye un personaje así. Ha de haber algo innato, imparable hasta para ella misma, algo que la impulsa de forma tan arrolladora que acaba siendo espectadora de su propia peripecia. Ha llegado a la cumbre de la denuncia. Y ahora nos preguntamos si será capaz de volar alto, lejos. O si se despeñará. Peor aún, si será despeñada.

Hace tiempo que la sigo. Y quién no, por otro lado. De ella me han llamado la atención trazos que la distinguen de otras y otros jóvenes líderes también en causas justas y necesarias. Su determinación y vehemencia son imponentes. Guardan relación -estoy segura- con su condición de Asperger. Lo que he aprendido de las personas con esta característica es que nada desvía su atención de aquello que les motiva; en ello despliegan y reconcentran su talento como un rayo láser sobre un único punto. Son pertinaces.

No es una experta de una universidad puntera, ni una voluntaria de oenegé llegada de los márgenes donde florece la tragedia, ni una reportera testigo de la realidad cruda del mundo. Es una niña indignada. Tiene simplemente la autoridad de la verdad, la simple y llana verdad que todos sabemos cierta. Y tiene el enfado legítimo de quien sabe que lo que dice es tan obvio para ella como para el resto. Incluso para quienes lo niegan con discursos elaborados por asesores. Para todos es obvio lo que nos está ocurriendo.

Su voz se ha escuchado en las grandes instituciones mundiales, algunas inoperantes, otras muy ocupadas en el corto plazo de su territorio. Todas han invitado a Greta erigiéndola en símbolo de la generación que hereda una Tierra enferma y al menos hay que dejar que exprese su decepción profunda, su justa ira. Asertiva, a veces iracunda, a veces entrecortada por la emoción. Imposible no conmoverse con el raro equilibrio de fortaleza y fragilidad que transmite, con esa mezcla de dolor y rabia tan adolescente. Apetece ir en su rescate, sacarla de esa trinchera y devolverla a su niñez. Esto no es cosa de niñas, Greta. Pero ella siente que hace lo que los mayores no han sabido o no han querido. Y tiene razón. Toda.

Ha dejado de ir al colegio para entregarse a la causa medioambiental. Han criticado a sus padres por ello. Cierto, debe continuar su formación. Confío en que lo haga y encuentre la forma de canalizar ese volcán interior. Pero también me pregunto si su escuela, su comunidad educativa, ha estado a la altura de sus necesidades. Greta es un ejemplo de la diversidad con la que se nos llena la boca pero luego parece que nos estorba, más por incompetencia que por insensibilidad. A veces por ambas cosas. Claro que ha de volver al aula. Y el aula a ella.

Redes y medios han recogido también informaciones anti Greta. Cada vez más. Como si un resorte invisible se hubiera activado de pronto. Goliat teme la pedrada. Se habla de lobbies que maniobran detrás, de padres rentabilizando su figura. Y hasta Fundéu ha recordado, por si hiciera falta, el término cacofónico "pedofrastia", estrategia de recurrir a niños para conmover a la audiencia y que se deje llevar por las emociones más que por la razón.

Sea como fuere, nada de esto altera la verdad de fondo que Greta trae y lleva consigo: estamos en el punto de no retorno. Lo sabemos. Y quizá por eso su acción internacional moviliza como no se recuerda para la causa medioambiental. En Asturias ha sido con una huelga estudiantil. Lógico que escueza.

No sólo el poder negacionista querrá sacarla del foco. La vergüenza profunda de ver que una cría nos desnuda como sociedad acabará también acallándola. Que vuelva a su niñez, sí. Pero no para silenciarla sino porque de una vez los mayores hemos asumido la responsabilidad de recomponer el legado que su generación merece. Esas son las palabras que espera Greta.

Compartir el artículo

stats