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De viaje con Jovellanos: segunda expedición minera (II)

El prócer, entre minas e iglesias en Avilés

El ilustrado centra su visita en una excavación en Castrillón donde - dio consejos sobre posibles mejoras para hacerla más rentable

Aquel martes 12 de octubre de 1790 dejábamos a Jovellanos paseando por Avilés junto a su amigo Rodrigo de Llano Ponte, y entre los lugares que visitaron destacan el convento de La Merced, donde hoy se ubica la nueva iglesia de Santo Tomas de Canterbury y la plaza de las Aceñas, actual plaza de los Hermanos Orbón o del mercado.

El convento de Nuestra Señora de La Merced de Avilés tiene sus orígenes en el abandono que protagonizó una comunidad de mercedarios del monasterio de Santa María de Raíces en Castrillón en el siglo XVII, viniendo a la ciudad avilesina que contaba en aquel momento con unos 3.500 habitantes. El nuevo monasterio tuvo como promotores a Gutierre Bernaldo de Quirós, Alférez Mayor de Avilés en 1666 y a su hijo, Martín Bernaldo de Quirós, segundo marqués de Camposagrado.

Las obras no fueron sencillas ya que los terrenos se veían afectados por las mareas y eso dificultó habilitar la zona para construir. El edificio llegó a tener 70 metros de largo y 37 de ancho, con patios y claustros internos y adosada, en un lado, la capilla de La Soledad. El monasterio fue consagrado en 1689. En el Catastro del Marqués de la Ensenada de 1753 se menciona la existencia de 23 sacerdotes. En 1876 es desamortizado por la ley de Mendizábal, y el edificio será gestionado por el ayuntamiento. Ese periodo dura unos veinte años, donde el edificio pasa por diferentes actividades, como fabrica de tejidos, colegio, sede de telégrafos, cuadras, asilo o mercado de ropa vieja entre otras. Hasta que en 1895, tras 187 años de historia, es derribado, y en 1903, en el mismo solar e incluso aprovechando piedra del mismo, se levanta la nueva iglesia del barrio de Sabugo.

La plaza de las Aceñas, es uno de esos lugares que cuando alguien se acerca a Avilés es de visita obligatoria. La palabra aceñas, que Jovellanos menciona, hace referencia a molinos que usan el agua como fuerza motriz y eso nos indica que en esa zona de Avilés a finales del siglo XVIII llegaba el agua en las pleamares. En este lugar existían aceñas, ya citadas documentalmente, desde el siglo XIII. La transformación de este entorno en el siglo XIX fue extraordinaria, en 1818 se derriban las murallas, en esta zona es por donde pasaba el río Tuluergo como brazo de la ría y espacio de separación natural entre La Villa y el barrio de Sabugo, donde vivían los marineros y también el gremio de zapateros de la ciudad, de ahí la mítica coplilla que decía "El Barrio de Sabugo es un barrio muy puñetero, todo me huele a besugo y suelas de zapatero". El Tuluergo salía al puerto antiguo que hoy es el parque del Muelle con sus 14.000 metros cuadrados, espacio ganado totalmente al agua. De ahí que el entorno que cita Jovellanos en 1790 es totalmente diferente en la actualidad. Ya en 1879 ese espacio desecado se transforma en la hermosa plaza porticada que hoy disfrutamos y que es mercado de abastos de la villa del Adelantado.

El día 13 Jovellanos parte de Avilés y hace un recorrido por sus alrededores y así nos dice: "Miércoles, 13.-Salimos con Ponte y D. José Carbayedos; camino agradable por la calzada o puente estrechísima y a orilla de la gran huerta de La Merced. Graciosa vista de la iglesia y lugar de San Martín de los Pimientos. Santa María del Mar a la legua. Gran mina; excavación en dos partes, empezada por arriba, sin socavón, ambas aguadas; veta de mucha anchura, expuesta al norte y que corre oriente-poniente, a dos tiros del mar; playa abierta; en buen tiempo se pudiera cargar en gabarras remolcadas hasta Avilés. Ha dado ya mucho carbón. No parece todo igual, ni todo bueno; necesita mano inteligente para el desagüe, el apuntalamiento y el ahorro de excavación".

Con Carbayedos y Arango

En el párrafo, además de visitar una mina y explicar las características que tenía y como él veía sus posibles mejoras para hacerla más rentable, destaca la mención de la Iglesia de San Martín de los Pimientos, que es la que fue parroquial hasta el siglo XX de Salinas y Piedras Blancas. Su nombre oficial es San Martín de Laspra, pequeña población hoy de apenas 200 habitantes. Esta iglesia dista del centro de Avilés tan solo 6 km. Hay referencia documental de su existencia desde el reinado de Alfonso III, aunque su forma actual se debe principalmente a las modificaciones del siglo XVIII. De hecho, la torre de base cuadrada que se culmina con cúpula de ocho paños se inaugura en 1787, con lo que Jovellanos la vio recién estrenada, al igual que el retablo interior a medio camino entre el barroco y el clasicismo. Citar aquí también la existencia de una ventana bífora que se data entre el IX y el XI de influencia prerrománica y tal vez usada en un edificio anterior.

Después de visitar estos lugares del concejo de Castrillón, Jovellanos regresa hacia Avilés para comer, aunque para pernoctar vuelve hasta Carrió. Así dice nuestro viajero: "Vuelta a Avilés; comer en casa de Ponte con D. Manuel Prada, hermano mayor de D. Andrés, D. José Carbayedos y D. Alonso de Arango. Éste nos franqueó el Fuero de Avilés, cuya copia sacaremos. Comprobamos una que servirá de texto, pero se necesita cotejarla con otras confirmaciones que parece que hay. Es monumento apreciable. Salida a las tres de la tarde; nos salió al encuentro Antón de Llorgozana, nos condujo hasta cerca de Carrió. Algo de agua, y luego niebla (orbayu, encainada, borrina, de pruina, torva); noche en Carrió".

Alonso de Arango y Sierra es uno de los personajes mencionados en este párrafo, fue un militar y escritor asturiano nacido en Cudillero en 1753 pero afincado en Avilés donde falleció en 1827. Fue entre otras cosas capitán de Cazadores del Regimiento provincial de Oviedo en 1782, y es quien le muestra a Jovellanos el gran documento de la historia avilesina, el Fuero de Avilés otorgado por Alfonso VI y confirmado por Alfonso VII en 1155. Auténtica base documental del desarrollo urbano de Avilés. El original aún se conserva en el archivo de la ciudad.

El jueves 14 de octubre desde Carrió parte hacia Gijón pero visita un lugar arqueológicamente hablando muy importante de la ciudad, la Campa Torres. Así nos lo narra: "Jueves, 14. -Por la mañana a ver ruinas del otro lado del río Aboño. Excavación en las primeras casas que hay al pie de la cuesta de Torres; se hallan paredes, pero de tiempos recientes. Restos de ladrillos al parecer romanos. Encargo de recoger alguno entero. Por la tarde a Gijón".

Los múltiples intereses culturales de Jovellanos le llevan también hacia la arqueología, y aquí tenemos un claro ejemplo, ya que nuestro ilustre viajero investiga los orígenes del oppidum Noega, el castro prerromano del faro Torres en Gijón. Ya en 1783, Jovellanos, con la colaboración de Manuel Reguera, habían dado los primeros pasos arqueológicos para localizar restos en esta zona guiándose por los textos clásicos en las referencias a las míticas Aras Sestianas, imponente monumento dedicado al emperador Augusto, y citadas en textos de Ptolomeo, Estrabón o Mela. Jovellanos, como siempre, es pionero en tantas facetas?

El día 14 llega a su casa y el 15 lo pasa en Gijón, pero el 16 sale de nuevo hacia Oviedo, aunque esto lo veremos en el próximo capítulo.

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