La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica / Música

La cara más popular de "El León de Oro"

La coral gozoniega emociona en San Pedro con temas del cancionero asturiano

Comienza el mes más coral del año en la ciudad, diciembre siempre llega plagado de recitales protagonizados por coros con repertorio para todos los gustos, desde los villancicos al góspel que unos días sonará en el Jovellanos. Este año el pistoletazo de salida ha sido de categoría, "El León de Oro" volvía a actuar en Gijón y la iglesia de San Pedro se quedó pequeña para la cantidad de público que se dio cita la tarde el pasado domingo. El tiempo no acompañaba, pero la fama de esta coral puede con todo, y quienes acudieron sabían que el concierto no iba a defraudar.

Para esta ocasión, "El León de Oro" comenzó con un esquema al cual nos tiene acostumbrados, combinando en el repertorio obras renacentistas con otras contemporáneas y estableciendo un interesante diálogo entre piezas compuestas con una distancia temporal de unos 400 años. La modalidad del Renacimiento y la concepción horizontal de muchas de sus obras se llevan a la perfección con los planteamientos tímbricos y texturales de la música contemporánea y, una vez más, la coral luanquina demostró su solvencia en estas lides sin descuidar detalle.

Los motetes de Francisco Guerrero que abrieron el recital fueron un auténtico ejercicio de entrelazado de voces en el que predominó el equilibrio y el aire místico tan característico de la música religiosa española del momento. La coral sumó todos sus efectivos para configurar los dos coros que se enfrentan en la interpretación del "Miserere" de Allegri; esta obra exclusiva del ciclo de Semana Santa en la Capilla Sixtina es todo un reto por lo distante de sus registros, especialmente por los melismas pausados de la voz más aguda. La ejecución fue muy aplaudida, no es para menos, porque no es fácil encontrar un coro con el nivel suficiente para encarar esta obra. El breve motete "Beati quorum via" (1905) de Charles Stanford sirvió de apoyo para llegar a las propuestas contemporáneas. En el "Duo Seraphim" de Rihards Dubra el coro jugó con la proyección de la voz en el espacio; varios efectivos comenzaron la obra de espaldas y se fueron dando la vuelta progresivamente, modificando las texturas sonoras que configuran la pieza sobre las que se impuso la voz de Elena Rosso como solista.

Hasta aquí, el concierto tenía el sello inconfundible de "El León de Oro". Más sorprendente resultó la apuesta decidida por la música popular asturiana en la recta final; no es que sea un repertorio ajeno a esta coral, de hecho, algunas piezas y compositores llevan años en sus programas, pero lo del domingo parece algo más que una concesión a la galería. Claro está que no iba a ser una interpretación convencional, en el "Pasaje Astur" de Jesús Gavito emularon el timbre del roncón antes de citar el archiconocido "A mí me gusta la gaita" e introdujeron una efectiva percusión que desató la ovación. Por su parte, en los "Cantos asturianos" de Domínguez se dieron la mano el "Si la nieve resbala" y el "Chalaneru" con diferentes coloraturas vocales y con una estructura que parecía deconstruir melodía, armonía y letra. El cierre vino con el aire desenfado de la tonada, que lució especialmente con la voz solista de Sandra Álvarez en la obra "Asturies" de Josu Elberdin. Para entonces el entusiasmo del público había llevado a más de uno a canturrear por lo bajo estas famosas melodías, la emoción contenida era mucha, y se desató con fuerza en la prolongada ovación final.

Compartir el artículo

stats