La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

"Pro canibus"

La ausencia de una buena gestión en la villa y su concejo de los animales de compañía

Por lo visto, queda patente que el Ayuntamiento de Gijón trata a los animales, en este caso perros y gatos, como simples semovientes, es decir, bienes muebles, sin tener en cuenta ni sus sentimientos ni su bienestar. De lo contrario, plantearía de otra forma las puntuaciones para la concesión de la llevanza del albergue de Serín en los pliegos correspondientes. Así estamos: pidiendo a favor de los animalinos, aunque sea con latinajo -para ver si puesto un poco raro llama más la atención a quien corresponda-. Quizá se nos diga que en Avilés o Mieres están todavía peor, pero como es natural no es consuelo ni mucho menos. Ya sabemos que la nueva ley para considerar a los animalinos algo más que simples semovientes se quedó en el limbo tras la disolución de las anteriores Cortes, pero ello no es óbice para que el ayuntamiento de nuestra villa marinera se tome más en serio el asunto.

De la tarea de la flamante concejala sin sueldo para mejorar la calidad de vida de las mascotas y si algo está preparando, lo hace de modo tan discreto, tan discreto, que nadie se ha enterado; en una ocasión dejó caer que no tenía pensado meterse en el asunto de cómo es de buena o de mala la actuación de la actual concesionaria, por lo que no se le ve la utilidad de su cargo. Lo que viene a decir es que a la primera autoridad el asunto le importa un pito y que a la concejala sobrante le dio sobre el papel esa tarea, como le podía haber encargado el sentido deambulatorio de los paseantes por el Muro de San Lorenzo y la frecuencia con la que le echan un vistazo al horizonte. Más bien parece que se le hizo el encargo de la salud animal porque la edil Saras es licenciada en biología, no por su especial preocupación por el bienestar de las mascotas. Eso sí, enseguida sacó a relucir la incomodidad de los orines de los cánidos y de la necesidad de obligar a los perrotenientes a pasear provistos de una botella de agua con la que aclarar la zona marcada por el can. Antiguamente, cuando los transportes se hacían a base de caballos, mulas, asnos o bueyes sí que había excrementos en las calles que, en las ciudades de cierto porte, se encargaban de limpiar empleados municipales. Aquellos animales de monta o de tiro no expulsaban CO2, por lo que no provocaban tan severas afecciones ambientales. Nos hemos hecho muy finos, menos para preocuparnos por una verdadera salud animal.

Lo que esto indica, además de la deficiente política en materia de las cada vez más abundantes mascotas que pueblan la villa, es el nulo interés de la alcaldesa por arreglar una situación que no es la mejor de las posibles: otra mancha en una gestión ya muy emborronada y gris.

Compartir el artículo

stats