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Arte en tiempos de cólera

La Universidad Laboral como patrimonio de nuestra memoria social y emocional

Ha estado rápida la alcaldesa de Gijón, Ana González, en enmendar el error cometido al impedir que prosperase la candidatura de la Universidad Laboral a Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Quiero pensar que ha aprendido la lección acerca de lo crucial del análisis ponderado y constructivo antes de tomar públicamente postura sobre asuntos, no sólo de importancia contrastada para la ciudad sino que además contienen tanta carga emocional para quienes vivimos en ella. Amamos, admiramos, disfrutamos y presumimos de lo que hoy es la Universidad Laboral. Forma parte del patrimonio de nuestra memoria; nos dice quiénes hemos sido y somos hoy. Estará en lo que seamos mañana.

Con el cambio de criterio que acaba de anunciar González, podrá convertir lo ocurrido en el pasado pleno municipal en un sucedido fruto de la sensibilidad y el dolor por las víctimas de nuestras injusticias contemporáneas. Porque mantenerse en el error -ella lo ha percibido o se lo han hecho ver- habría sido un déficit de su mandato que iría engordando con el paso del mismo. Gijonesas y gijoneses hemos sentido que esto iba contra la ciudad e incomprensiblemente instigado por quien ha de velar -velar de vigilia, sin distracción ni decaimiento- por sus intereses.

Desde la consejería asturiana de Cultura se supieron distanciar de la decisión, procurando no prejuzgar al gobierno afín y expresándose inicialmente en términos técnicos al decir que una candidatura sin apoyos significativos no prospera, para finalmente no cerrar el camino al trámite en un "por nosotros que no sea" del que también se percató el gobierno local. Con el paso de las horas y las redes ardiendo de perplejidad, he aquí el propósito de enmienda.

A lo mejor conviene una reflexión sosegada, en voz alta y a futuro sobre el sentido de la conservación de nuestro arte. Si hiciéramos un catálogo del que ha sido erigido cuando la vida de los otros no valía nada, en situaciones históricas y estados de mentalidad que hoy nos resultan inconcebibles, pocas de las joyas que admiramos se salvarían de la criba, incluidas la mayoría de las que la Unesco ha señalado como imprescindibles para la comprensión de la humanidad. Porque la profundidad de las contradicciones de ser humano también se capta a través de las expresiones artísticas.

Sangre, esclavitud y explotación están, por ejemplo, en la fascinante cultura egipcia o en nuestros referentes clásicos, griego y romano. Un supremacismo conquistador y avasallador que supimos desplegar en tiempos imperiales. Sembrando de joyas arquitectónicas ambos lados del océano que dejaron regueros de tropelías y vidas truncadas. Lo pensaba mientras escuchaba a los expertos reunidos en las Jornadas sobre la Vía de Carlomagno celebradas en Gijón. Se habló, entre otros asuntos y con presencia de la alcaldesa, del patrimonio artístico asociado a la ruta de este conquistador y del cruce de rutas con la de Carlos V, personaje histórico que tampoco se quedó corto.

En el caso de la Universidad Laboral, erigida durante el franquismo, quizás también convendría indagar en las muchas historias de su intrahistoria y dar con todos los matices que hay en ella. No vaya a ser que estemos juzgado el todo por la parte, en ese ejercicio de simplificación de tuit que cada vez más practicamos con nuestra realidad. Escuchando las quejas de Vicente Díaz Faixat, hijo de José Díez Canteli, director en su momento de la obra, acerca de las inexactitudes -cuando no falsedades- de la historia oficial, me pregunto si no sería oportuno emprender esa investigación. Es nuestra historia, nos define. Y lo que hacemos con ella también dice mucho de nosotros.

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