Estos días de forzado enclaustramiento han abierto en Gijón la puerta a iniciativas propias de la ciudad hospitalaria y colaborativa que siempre ha sido, más en momentos de desdichas colectivas. De un rincón a otro, florecen propuestas para hacerle la vida más fácil al prójimo mientras dure la dictadura del coronavirus, una palabra que hace dos meses sonaba a chino y que ahora deletrean los niños con facilidad pasmosa. Mar de Niebla, una asociación siempre puntera en la inacabable lucha contra la desigualdad, ha impulsado un movimiento con pretensiones regionales para crear una red de voluntarios que echen una mano a los desfavorecidos. En Cimadevilla, Nuevo Roces o Tremañes germinan acciones vecinales para ayudar a los mayores a hacer la compra (pendientes aún de recibir el visto bueno de las autoridades). Y en muchos barrios se prepara para el domingo un concierto desde los balcones que promete ser apoteósico. Son solo algunos ejemplos del espíritu de confraternización de este rincón del Cantábrico acostumbrado a lidiar con la adversidad. Y a superarla.
