Medio siglo lleva Nuevo Gijón haciéndose a sí mismo, en palabras de sus vecinos. El barrio, al que le dio nombre la constructora que levantó los primeros edificios, nació entre los barrizales de un alto a orillas de la salida a Oviedo, ajeno al resto de la ciudad. Muchos de los primeros moradores fueron trabajadores de la incipiente Uninsa procedentes de otros puntos de Asturias, en su mayoría de las cuencas mineras, que se encontraron de golpe metidos en bloques mastodónticos, con una palmera a la puerta y rodeados de la nada. No hace falta echar demasiado la vista atrás para darse de bruces con sus calles mal asfaltadas, sus noches a medio iluminar y la lucha de mayores y jóvenes por dotarse de infraestructuras decentes, que llegaron avanzado ya el período democrático. Sus cincuenta años unidos al pie del cañón son un ejemplo para todos en estos tiempos de incertidumbre, cuando es imposible recorrer el camino en soledad.
