La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

TORMENTA DE IDEAS

Abrazos

La importancia del contacto piel con piel para transmitir consuelo, fuerza, energía, protección y refugio

Verán, hace justo ahora cinco años que mis abrazos tuvieron otro sentido. Unos abrazos de los que me privaron tres eternos meses. Con los que soñaba tantas noches. Necesitaba sus manos alrededor de mi cuello, de mi cintura, de mis piernas? Su piel con la mía. Sabiendo como sé que esos abrazos hacen que mi cortisol desapareciera, esa hormona tan disparada, como la de tantos otros ciudadanos en ese maldito confinamiento, la hormona del estrés que me mantenía viva y alerta ante mis pacientes? Y llegó un momento en que necesitaba sus abrazos para seguir viviendo. Los abrazos de mi pelirroja. Mientras tanto me refugiaba en los del padre de mis hijos, teniéndolos a todos tan lejos, dos a miles de kilómetros, y el otro, el padre de mi nieta, cerca, pero tan lejos, solo sintiéndolos a través de una pantalla.

¿Saben? Los abrazos incrementan la oxitocina. Veinte segundos de un buen abrazo calma el dolor del alma, nos reporta un bienestar y una paz infinita. Enseñé a mis hijos, incluso adolescentes, cuando me negaban como todo buen adolescente debe hacer. Pero yo insistía, siempre lo hice? Y es que hay que saber abrazar. Y no todo el mundo sabe. Yo les enseño, porque si algo sé hacer bien, es abrazar. Lo hago no solo con los brazos, sino con todo mi ser, les juro, con mi alma, con todo lo que puedo dar en ese abrazo. Me han dicho muchas veces que mis abrazos son especiales. De verdad. Y sé que lo son, porque si lo hago, quiero transmitir todo lo que otra persona necesita en ese momento: consuelo, fuerza, energía, protección, refugio? He tenido que enseñar a mucha gente a hacerlo, porque a veces los abrazos los sientes como si tú les pincharas y entonces es cuando no sólo no funciona la oxitocina, sino que te pones en alerta, porque aquel que te está abrazando no está queriendo hacerlo.

Abrazar bien, recuerden, es lo que un niño siente cuando su madre le abraza, es ese sitio en el que yo, adulta, me sentía absolutamente a salvo de todo mal. Esos abrazos que necesitan aún tus hijos cuando, adultos también, necesitan llorar. Sólo se llora bien cuando tu madre te rodea con sus brazos, porque ellos saben que nada ni nadie les puede hacer daño mientras tus brazos les acojan. Porque los abrazos son imprescindibles, necesarios para seguir en la lucha? y nada ni nadie me va a volver a privar de ellos. Ni siquiera esta maldita pandemia. Porque no sé vivir sin ellos. Nada volverá a quitármelos. Absolutamente nada.

Compartir el artículo

stats