La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Hablemos en serie | Plataformas en streaming

A corazón abierto en las tinieblas

"Dublin murders" adapta a Tana French con buenas maneras en la construcción de personajes oscuros, sumisión a fórmulas policiacas muy vistas y atmósfera inquietante

Killian Scott y Sarah Green.

La oscuridad de la infancia siempre da mucho juego sucio para historias de personalidades turbulentas, traumas sin resolver, recuerdos aciagos que yacen sepultados en el bosque de la noche. Acosos, abusos, pedradas que siguen doliendo aunque pasen muchos años. Hay heridas que jamás cicatrizan. Con esas sombras acechando la inocencia abre sus puntos suspensivos Dublin murders, ocho capítulos de la plataforma Starz donde lo más importante es el viaje al corazón de las tinieblas a través del tiempo con sucesos de horror que marcan el camino con sangre ritual y residual, identidades falsas que ocultan secretos mal protegidos, paisajes verdes dominados por cielos plomizos de Irlanda del Norte y asesinatos enigmáticos cuya resolución se enfrenta a una realidad nada complaciente con la humanidad: "Todos somos falsos y mentirosos". Con momentos de adusto dramatismo (un velatorio donde las palabras se amartillan) y tensiones sexuales resueltas para mal, la serie oscila entre la irrupción de momentos inquietantes (el ciervo en la carretera) con otros desgarradores (¿Es la esperanza lo que nos mueve a ser padres?) o llenos de tristeza en los que alguien confiesa sus sentimientos cuando nadie le escucha.

No vamos a negarlo: "Dublin murders" responde a fórmulas del género policiaco que nos sabemos de memoria, y hay puntos en ella que desprenden una inconfundible sensación de repetición, mimetismo o réplica. Pero tiene la gran ventaja de inspirarse en la narrativa de una formidable escritora ( Tana French, cuyas obras recomiendo fervorosamente), y de sus planteamientos literarios sinuosos, retorcidos y con mucha carga de profundidad tóxica surge los ingredientes más interesantes, con un reparto inequívocamente británico por su solidez desde los protagonistas ( Killian Scott y Sarah Green) hasta el más fugaz de los secundarios. El punto de partida no importa demasiado, por lo tanto: dos investigadores que se enfrentan en las afueras de Dublín a los crímenes de una bailarina sacrificada en un antiguo altar de piedra (allí donde años atrás se produjo otro suceso dramático), y una mujer asesinada en su casa. Dos casos aparentemente sin relación. Aparentemente. Y todos los demonios que pueblan el interior de los dos policías tendrán la ocasión de salir al exterior a sembrar de daños colaterales la historia.

La serie no aprovecha todas las posibilidades de las novelas de French, que rastrean las ciénagas íntimas de sus personajes con una destreza y sensibilidad extremas, pero la atmósfera áspera y cenicienta de sus imágenes y las convulsiones íntimas de sus protagonistas hacen de ella una propuesta atractiva y hasta cierto punto valiente, que avanza con buen paso en las debilidades humanas y no deja poso en los vericuetos más policiacos.

Compartir el artículo

stats