Los modernos aviones de pasajeros están hechos principalmente de materiales compuestos, tales como plástico reforzado con fibras de carbono. Son materiales extremadamente duraderos y ligeros, capaces de reducir el peso total del avión hasta en un 20%. Esto se traduce en un considerable ahorro de combustible. Sin embargo, estos materiales son bastante vulnerables al estar formados por capas. La presión causada por un impacto ocasiona que las capas se deslicen unas sobre otras, pudiendo derivar en una fractura considerable. Nuevos experimentos han permitido concluir que nanotubos de carbono - láminas de carbono enrolladas sobre sí mismas - pueden actuar como "pegamento" entre las diferentes capas. El resultado es un aumento de un 30% en la resistencia del avión.
