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Amelia Carro | Cardióloga

"La aceptación ayuda a vivir con el dolor y hay una educación para las secuelas"

"Hice un libro para mi tía Coqué, enferma de cáncer, y cuando se centraba en él mi tío no tenía que darle analgesia"

Amelia Carro Julián Rus

Amelia Carro (Oviedo, 1981), cardióloga, especialista en medicina deportiva, coordinadora nacional de cardiología del deporte, extiende su trabajo a la educación en la enfermedad.

-Me he inventado mi trabajo.

-¿Cómo tuvo la idea?

-Durante mi residencia me llamó la atención la angina de pecho con arterias coronarias normales. Quienes la padecen se quejan de dolor después del stent porque tienen otras coronarias con los mismos factores de riesgo. Estudiarla me llevó al Hospital de Saint Georges de Londres, donde hice una investigación específica y cardiología deportiva con el médico-jefe de la maratón de Londres.

-¿Es un mal frecuente?

-Sí. La aceptación ayuda a vivir con el dolor. Aprender a vivir con secuelas se educa. Tras un infarto, el 30% de los pacientes no lee el informe de alta. La mitad de los que lo leen no lo entiende y no pregunta al médico. En Barcelona preguntaba al enfermo si sabía qué le había pasado y me decía que tenía un catéter, pero no sabía que habían sufrido un infarto. Así no iban a saber vivir con él. Me hizo pensar y en 2014 me puse a ello.

-¿Qué hacía en Barcelona?

-Imagen cardiaca. Me gusta el dibujo y tengo visión espacial. Se me daba bien. Fui con un contrato de investigación y resulté como el negrito de África que llega a la NBA y encesta. Quedé tres años en el Vall d'Hebrón.

-¿Por qué regresó?

-Había aprendido lo que estaba dispuesta a aprender y a ceder de mi vida y echaba de menos la educación del paciente.

Es la segunda de cinco hermanos. Su padre, Fernando, era médico, y su madre, Marisa, enfermera.

-Me gustaba ver su relación con los enfermos. En tercero de BUP, mi padre me llevó al hospital en Riaño, en Sama, y me explicó lo bueno y lo malo de la Medicina.

-¿Fue de boca a la Medicina?

-Soy rarita. Mis opciones eran Medicina, INEF -porque nos inculcaron el deporte en casa- y Filología Inglesa. El deporte es el motor de la salud, la promociona desde el movimiento y evita medicalizar la sociedad. Vengo de la gimnasia rítmica, hice voleibol, baloncesto, natación, surf, ahora patino. Me gustan los deportes de coordinación y de tener atención plena. Conocer al humano es conocer cuerpo, mente y espíritu.

-¿El espíritu?

-Soy monitora de yoga. En casa nos inculcaron el cristianismo. Uno lo llama Jesús y otro como sea, pero eso es el espíritu.

-Hace muchas cosas.

-Me defino como médico humanista, no sé si con eso soy anticuada o visionaria. Soy muy creativa. He hecho dos libros.

-¿Sobre?

-Siempre saqué mis sentimientos escribiendo, lo guardo, quise tenerlo en libro y autoedité "A merced de las mareas. Relatos de un navegante", mi manual de autoayuda que abro al azar y leo a la Amelia de aquel momento.

-¿Y el otro?

-"El 'ABC-diario' de mi felicidad" lo hice para mi tía Coqué, que era como una hermana mayor. Le diagnosticaron un melanoma maligno cuando yo estaba en Barcelona. Decía: "Que me corten brazos, piernas y pechos, pero voy a seguir viviendo". Yo no podía curar su cáncer, pero sí sanar su dolor con aceptación. Le hice el libro porque iba a creer y centrarse en él y sentir menos dolor. Escribió lo que le proponía y mientras lo hacía mi tío no tenía que darle analgesia.

-Sin sustituir tratamientos.

-Claro. Parto también de esto, pero si tengo que poner un antianginoso, tres antiagregantes o mandar a un cateterismo, soy tan agresiva como cualquiera.

-¿Volvió de Cataluña y...?

-Cubrí una baja en el HUCA, me hice autónoma, registré mi marca Corvilud, hice un curso de gestión de páginas web y emprendí. En el HUCA tenía la estabilidad de hacer siempre lo mismo, pero me aburre. Surgió una plaza en Jove y me gustó trabajar en un comarcal donde tenía pacientes y metí un proyecto de cardiología deportiva.

-¿Qué hace ahora?

-Ejerzo en dos clínicas en Gijón y en los servicios médicos del Grupo Covadonga, y tengo el Instituto Corvilud de asistencia médica y docencia en Candás con talleres prácticos y atención online.

-¿Online qué tal funciona?

-Se conoce poco. Hay cosas que son presenciales, pero no una segunda opinión... Es más barato.

-¿Qué es DigimEvo?

-Una empresa de comunicación científica, surgida hace dos años en EE UU, para hacer seguimiento del paciente cuando va a casa, para él o para transmitirlo, con vídeos. La percepción del paciente y su adherencia al tratamiento mejoran espectacularmente.

-¿Quién la creó?

-Xavier Lleixa, que aprendió en Silicon Valley, pero quiso volver a Lleida. Crece más de lo previsto. Tienen más de 5.000 vídeos de contenidos médicos muy especializados a los que se han adherido 150 centros, y necesita asesores médicos para esos vídeos. Durante el coronavirus abrió la plataforma para combatir los bulos con información contrastada. Las dos personas que estamos en el departamento médico hemos visto, seleccionado y categorizado unos 3.000 vídeos. Fue una labor voluntaria.

-Hace muchas cosas de forma altruista. ¿Qué tal vive?

-La sensación es buena, pero vivo. He tenido buenas ofertas de trabajos en Chile, de farmacéuticas por 80.000 euros al año, pero el dinero no me da felicidad. Si llevo un bolso de mercadillo de Candás es porque es el que me gusta.

-Trabaja con gente que gana mucho dinero y usted no.

-Si doy una charla junto a Juan Antonio Corbalán puede que lo vea la gente y venga a mi consulta.

-¿Quiere seguir aquí?

-Aquí puedo ir a mi roca en la playa a leer un libro sola o cerrar las ventanas y hacer yoga en casa o ir a la iglesia y rezar. Me gusta hacer deporte y conocer a la gente de la piscina y preguntar al socorrista qué tal está. Vivo en Candás desde 2015. Me siento de aquí, de donde es la familia de mi madre y donde está enterrado mi padre, que era de Pola de Siero. Aquí veníamos los veranos y los fines de semana.

-¿Vive sola?

-Estoy soltera. ¿Quién va a aguantar este ritmo?

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