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Psicóloga y logopeda

Preparación errada

Las causas y las soluciones a la desesperanza y el aislamiento de ciertos jóvenes

La timidez presente en algunos adolescentes apunta a un proceso errado de preparación para la vida. Es en esta edad cuando el individuo descubre que es a él a quien compete el proceso de formación para su incorporación al ámbito de la división del trabajo. Independientemente del grado de asunción de la no pequeña responsabilidad consigo mismo, el adolescente tímido se sabe impelido inexorablemente a la consecución de la autonomía personal para ganarse el pan que le alimenta, la ropa que le abriga y el techo que le cobija.

También es el momento en que adquiere conciencia clara de ser arrojado a un mundo que es humano, formado por rostros familiares y, también, desconocidos. Es, por así decir, el momento que se descubre como ser social o -en términos aristotélicos- "animal político". Sin embargo, la iniciación más sobrecogedora se la ofrece el ámbito propio de los vínculos más personales e íntimo, el de los vínculos sexo-afectivos como ser que ha de vivir "en dos sexos".

En la timidez del adolescente se descubre una falta de comprensión adecuada de estos ámbitos de la vida. Consecuencia de ello es el arraigado sentimiento de vergüenza, de miedo al ridículo, lo que le convierte en un individuo reservado, aislado en sí mismo; de ahí que todo contacto con otras personas (vecinos, compañeros y profesores) le supone un alto coste psicológico.

La desorientación lo es también en todo aquello que tiene que ver con la asunción de la autonomía personal. Así, todo aquello relacionado con su futuro inmediato le sobrecoge y cualquier proyecto esperanzador se obscurece a su mirada. En esta incertidumbre acerca de qué va a ser de él, vive atormentado por el temor al fracaso. Sin embargo, el mayor naufragio tiene lugar en su encuentro con el otro sexo: tímido y dubitativo, las palabras enmudecen en su pecho y su corazón se agita como el de un gorrión en mano de un niño, ante una situación que le sobrepasa. En este orden de cosas, bloqueado afectiva e intelectualmente, día tras día acompañado de la propia desesperanza, se ve petrificado en un estado de impotencia y acaba por refugiarse en un aislamiento inexpugnable. Es este mutismo huraño lo que le delata como ser asustado y necesitado de que se le ayude a "corregir toda su vida y prepararse para ella".

Los peligros que acechan al joven lo son, más que por la naturaleza de estos, por la "falta de adecuado entrenamiento y equipamiento ante los tres problemas de la vida". Lo que no se haya hecho en casa por él, lo que no se le haya aportado para enfrentarse a la vida, es lo que le hará sentirse desvalido; es esta inseguridad la condición favorable para que se adentre en los senderos peligros. Pero nada es definitivo en el individuo. Esta carencia puede ser subsanada con ayuda externa y, en el caso del joven inteligente, en razón de su mayor grado y uso de sus facultades, guiará sus acciones en la consecución de lo que le conviene y en la evitación de lo que le perjudique.

Es frecuente ver cómo, en los casos más severos de inseguridad, el joven toma atajos que en ocasiones acaban en precipicios. Es también frecuente observar en el joven inseguro una fuerte resistencia a toda exhortación a corregir la actitud frente la vida, a mirar de frente la realidad. En estos casos es contraproducente el reproche o la crítica a su forma de vida. Lo que él considera incomprensión por parte de sus padres y educadores es causa en el joven de mayor desorientación. Así, angustiado, es fácil que sus reacciones sean más imprevisibles si cabe, incluso mayor la obstinación en rechazar toda ayuda. La única forma de ayudarle es conducirle a escenarios (sociales y escolares) que favorezcan la confianza en sí mismo, la erradicación del pesimismo ante la vida, así como modificar la cognición que de sí mismo y de la realidad tiene.

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