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Psicóloga y logopeda

Jugando a ser adultos

Las razones que hay detrás del inicio de las relaciones amorosas

Efectivamente, los peligros que acechan a los jóvenes no lo son por el hecho de hallarse en el período de la adolescencia, sino más bien por no haber recibido, en los años anteriores, la preparación adecuada para la vida. He aquí una zona de riesgo: un rasgo de la conducta que ha de poner en alerta a los padres es el enfrentamiento continuo con la autoridad moral que, como padres, representan. Se trata, concretamente, de un continuo hacer valer lo considerado por él como su mayoría de edad, buscando o provocando el enfrentamiento. Se observa, en este caso, que el joven adquiere hábitos nada deseables relacionados con determinados consumos, incluso transita senderos dibujados para la desdicha y fatalidad de quien por él se aventura. Así, cuando el joven no ve claro su vida y la forma de enfrentarse a los problemas que ella ofrece, es fácil que se adentre en el sendero de la delincuencia. En la medida que la actividad orientada en esta dirección escape al control policial, se sentirá más seguro y lo verá como forma más cómoda de ganarse la vida, de disponer de dinero.

El flirteo y los amoríos ponen al descubierto las fallas en la preparación del joven. A este hábito es más dado el varón. En el caso de la joven es si cabe más sintomático. Por la naturaleza psico-afectiva de la joven, ella suele ser más reticente a mantener relaciones sexuales. Prueba que es así es la continua negativa, ante la petición o exigencia del chico, la preferencia por aplazarlo para otro momento, así como otros argumentos que dan a entender que no está preparada aún y los temores que ello le despierta. Si estos son los rasgos psíquicos de la joven adolescente ante la posibilidad del sexo, ¿por qué algunas entran en esta práctica del flirteo y amoríos?

Alguna llega a esta experiencia más presionada por el chico del que está enamorada que por convicción; empero, a pesar de haber sido una experiencia frustrante o cuando menos no satisfactoria, siguen manteniendo semejante relación por la misma razón, para no perderle, para que no se entregue en brazos de otra. Hay quien, por una falta de autoestima, entra en este juego de flirteo porque al menos "durante ese momento se siente importante para alguien". En alguna joven es tal la falta de confianza en sí misma que cree ser valorada porque los chicos muestran interés por tener con ella "la mentira de una noche". Suele tratarse, en este caso, de la adolescente que, en su infancia, no se ha sentido apreciada en casa. Esta circunstancia personal es la razón de esta actividad sexual y no tanto el empeño por demostrarse a sí misma y a los demás que comienza a ser adulta. Hay más bien un motivo de mayor calado: es la necesidad de sentirse el "centro del universo", de "ser popular", como compensación inconsciente a aquella falta de amor, lo que le lleva a buscar el halago y despertar el interés y atracción sexual en los chicos. También se da el caso de quien, en un empeño por atraer el interés y la atención de los padres, ha sido una niña aplicada en el colegio, buena y obediente hija en casa; pero, cuando llegan los malos resultados académicos, la desconfianza en ella misma y el temor a perder la estima de sus padres le asaltan, le atrapan. Es, en estos momentos, cuando el anhelo del aprecio le oprime el alma, ve que todo se desvanece bajo sus pies y siente hundirse en un abismo sin fin. En esta circunstancia, al no contar con el aprecio en casa y perder el escalafón social por su bajo rendimiento escolar, es fácil que se entregue en los brazos del primero que, con halagos, le haga sentirse importante, querida. Cuando es el caso de que estos halagos no son sinceros, aquel anhelo de aprecio le llevará por un rosario de "encuentros de circunstancias".

En otros casos, esta promiscuidad es sencillamente la respuesta rebelde frente a lo que ella considera excesivo celo, por parte de los padres, en sujetarla y controlarla.

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