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La ventana

Burbuja turística

Los datos alertan de que el turismo ya no crece como antaño

No anda precisamente sobrado el Occidente de actividades productivas. Siguen siendo punteras algunas industrias, que se mantienen a base de costosos equilibrios y que se cuentan con los dedos de una mano. Sectores que antaño tuvieron su pujanza, como la agricultura o la pesca están en continuado retroceso. De ahí, que el turismo tenga una importancia capital en el devenir de la zona.

Ya no es sólo el turismo de las costas, en el interior se ha difundido la belleza del medio rural que atrae a una clientela que ha ido creciendo hasta la fecha. Los últimos datos anuncian que este año el turismo ya no crece como era habitual en los años precedentes. Se esgrimen variadas causas de este frenazo. Hay otros destinos también atractivos. En Asturias, donde la llegada de extranjeros no significa demasiado, solemos culpar al mal tiempo es descenso del negocio. Los hoteles se han topado con la competencia ilegal de los pisos de alquiler. En bares y restaurantes se prodigan intrusos faltos de profesionalidad. Pese a todo hay que concienciarse que el turismo, aunque tenga el carácter exclusivo del verano, hay que mantenerlo y potenciarlo. En contra de cualquier indicador hay futuro y hay posibilidades. Supongo que promoviendo fobias no se soluciona nada. Es imposible imaginar Cudillero, Luarca o Tapia sin el influjo del visitante, sin el bullicio de los días soleados y de las noches cortas. Los negocios que viven del turismo son muchos y otros muchos gracias a la inyección extra del verano consiguen un equilibrio en el saldo anual.

Son muchos los jornales que se generan aunque sean jornales ínfimos. Tampoco hay que desdeñar, aunque sea un valor no contable, la alegría y el divertimento que conlleva el ver movimiento de continuo.

Aquellos que tienen intereses particulares en el fenómeno turístico han de ponerse las pilas y no perder ni una sola oportunidad para que el negocio no decaiga en la zona, o todas saldremos perdiendo.

Y no se debe de olvidar nunca a los vecinos, a los que viven aquí todo el año, que son clientes los trescientos sesenta y cinco días, que no viajan porque sus economías no se lo permiten, que ven sus habituales espacios invadidos, que tienen fiesta aun cuando no la desean y que pagan impuestos a diario para que quienes ocasionalmente patean nuestras calles disfruten de los mejores servicios.

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