Acostumbro a encontrar motivos para sacar pecho y presumir del pueblo de mis mayores. Nada me ha importado, sin embargo, reprobar con dureza y tantas veces como he considerado a quienes, habiendo ostentado cargos políticos de relevancia, han pasado con más pena que gloria haciendo de okupas, de distraídos o, simplemente, haciéndose los tontos y retrasando el calendario del progreso de nuestro querido pueblo.

Ha pasado mucho tiempo desde que en Tapia llegaron a coincidir hasta tres gobernadores civiles de Franco (ahora resucitado de entre los muertos, y tan de moda para distraernos). Aquello sí que era un lobby, y no los de ahora. Sin embargo, aquella triada también sirvió para nada. Menos tiempo ha pasado desde que un ministro de Defensa ejerció de tal, no ya para hacer el amor, sino la guerra (del Golfo), y presumir de tapiego arrimando a nuestro puerto un buque de la Armada para que los niños se subiesen a él, como si de un carrusel de las fiestas patronales se tratara. El mismo ministro que, poco después, lo fue de Educación, no ya para que Tapia progresara adecuadamente (como decía la maldita LOGSE); no ya en favor de una Escuela Taller (El Cabillón), más que necesaria en aquellos años, como tantas otras que funcionaban en el resto de Asturias. También sirvió para nada, claro. Hemos tenido un concejal tapiego que a su vez estaba en la ejecutiva socialista asturiana al lado de Fernández Villa, no para ayudarnos a avanzar, sino para simular que trabajaba. Hemos tenido hasta un diputado autonómico tapiego que, desnortado, nos deshizo la belleza natural del Campo de San Sebastián, para devastarlo y convertirlo en no se sabe qué, a cambio de firmar unos Presupuestos regionales que, en nada coadyuvaron a que Tapia avanzara puestos en el ranking de Asturias. Pero todo esto, menos mal, es historia. Menos mal.

Ahora, como decía, busco en el baúl de los recuerdos y trato de sacar lustre a mi pueblo para que en mi boca (o pluma), al menos, luzca en el mapa como se merece. Sin embargo, pobre de mí, otra vez me encuentro con imposibles. Resulta que, desde febrero del presente año, el entonces secretario del Ayuntamiento trataba, en buena lid, de dar por acabada su carrera de funcionario municipal y verse compensado con el júbilo correspondiente a su edad y los años de trabajo en el Ayuntamiento de Tapia. De este modo, anunció su retirada, eso sí, sólo a cambio de lo que honradamente todos tratamos de conseguir, es decir, el máximo posible de la pensión correspondiente a nuestros años de trabajo y cotización. Nadie movió un dedo en el consistorio, nadie, ignorando lo imprescindible de su relevo (sin interrupción alguna), para el normal desarrollo de la vida municipal. El alcalde saliente, pensando más en su propia huída, que en la continuidad y la normalidad de las tareas consistoriales, hizo mutis por el foro dando lugar al revolcón del gobierno municipal de Tapia en favor de la actual alcaldesa socialista.

Nadie se percató, a lo que se ve, nadie, acerca de la imprescindible presencia del funcionario municipal de mayor rango, para dar, como digo, normalidad a los servicios de la vida municipal tapiega, nadie. Llegó el verano, con el habitual subidón festivo en el que todos nos preocupamos más por lucir palmito y procesionar elegantes en la procesión carmelita que por la normalidad de los servicios correspondientes a la vida del pueblo. Que si las licencias municipales de obras (ahora que vuelve el ladrillo), que si el pago de las facturas correspondientes y, por supuesto, las soldadas de concejales y demás funcionarios en tiempo y forma, es decir, con la puntualidad con la que nos gusta al resto de los mortales.

La situación en el Ayuntamiento de Tapia no puede ser ni más anormal, ni más esperpéntica. El Gobierno del Principado de Asturias, en caída libre, y buscando el finiquito de la legislatura (el aspecto y la actitud de Javier Fernández en los premios "Princesa de Asturias" daban pena y dolor), el Gobierno asturiano, como digo, escamotea también sus obligaciones en el cumplimiento de la Ley de Régimen Local y, lejos de salir al rescate del Ayuntamiento tapiego con la interinidad de un secretario municipal, muy lejos, incluso, de corresponder con una alcaldesa correligionaria (debería ser lo de menos), le regala a Tapia de Casariego el mayor de sus desprecios, como si de un concejo extraterrestre se tratara. ¡Qué diferencia, si fuéramos un concejo de las cuencas mineras! Por si fuera poco, y por el medio, claro, la indolencia tapiega que, va en el ADN de sus ciudadanos, sin remedio.

Mientras tanto, y en definitiva, una total sensación de vacío y abandono, con dos concejales que oficialmente dejaron sus tareas en favor de los siguientes de la lista, y una tercera concejala (la de Cultura), desaparecida, sin busca ni captura.

¿Quién da más?. ¿Se puede encontrar tanto desatino en otro concejo de poco más de 4.000 habitantes? Continuará.