Compartí recientemente mesa, mantel y conversación en la cena de homenaje que se le ha rendido a Secundino Blanco, uno de los empresarios de la sala de fiestas Estilo de Oviedo, que vino desde Cangas del Narcea a entroncarse en la vida de San Cristóbal de Malleza, con Arcadio Fernández Pico, jubilado también en la misma empresa y que regresó al pueblo para cuidar a su padre, Lolo el de Cal Maruxo, venerable anciano que no abandona su terruño ni aunque venga a buscarlo la Guardia Civil. Arcadio me dice que la corta de madera en montes situados en Brañaivente ha motivado que el maderero de turno haya construido una pista desde San Cristóbal a esta braña de Salas que fue una de las primeras en quedar abandonada y aislada, hace ya algunas décadas.

Hace medio siglo, más o menos, uno, que por aquellos tiempos le daba bien a la chiruca, decidió, un Viernes Santo, en compañía de dos vecinos de La Arquera, que en vez de ir a matar al Diablo esa tarde con palos y carracas a la iglesia de Malleza, subiríamos a conocer Brañaivente, donde ya no vivía nadie. La senda boscosa desde San Cristóbal estaba por entonces ya impracticable. Algunas casas, derrumbadas. Y maleza por todas partes. La vieja escuela, irreconocible. Bajamos por Vegacebrón hasta llegar al chigre de María Tablao, a la que le pedimos unos chorizos fritos a lo que la buena mujer nos sorprendió con un "rediós, güey ya Viernes Santo, ya no se puede comer carne". Y como de casa de María nadie se marchaba con hambre, nos hizo una tortilla como la rueda de una carretilla.

Ahora, con la información que me ha dado Arcadio y con su ayuda, porque conserva el Pascualín para traer leña para la cocina, parece el momento adecuado para subir de nuevo a Brañaivente y ver qué es lo que queda de una braña para la que un día ya ciertamente lejano vino destinada una maestra de Teverga que llegó al Ayuntamiento de Salas a pedir la llave y a preguntar por el coche de línea que le llevase a su destino. No se arrugó cuando se le dijo que a donde ella iba solo se llegaba andando o con un caballo. Se marchó de Brañaivente un día después de que emigrase la última familia vaqueira que tenía niños.

De los más de seis centenares de brañas y pueblos que hay deshabitados en Asturias, fue Brañaivente de Salas donde primero se inició la desbandada vecinal hacia lugares más cómodos. Brañasivil, Buscabreiro, El Pevidal, Gallinero, Vegacebrón, Borducedo son también brañas salenses, pero en ellas aún queda algún "vecindeiro". De aquel viaje hace cincuenta años a Brañaivente tengo el recuerdo del silencio de la braña vacía. Un silencio muy especial y único. El silencio de Brañaivente ahora quizá se vea interrumpido por el sonido de la motosierra del maderero que baja las rollas por San Cristóbal. Y es que en Brañaivente, tantos años después, la naturaleza aún rinde su tributo al hombre dejándole talar y aprovechar sus viejos robles.